Happy hour

Bueno, 50 comentarios… Tampoco se puede decir que os prodiguéis mucho con los mismos, pero lo prometido es deuda: tal y como quedamos en el post del día 18 de Julio, a lo largo de toda la semana (del 25 al 31 de Agosto) se irá subiendo el libro de Valentín “Introducción a la lectura de Lacan”. Finalizado el plazo, mucho nos tememos que el libro no estará disponible para descarga.
Para ponerlo más complicado (y aumentar la fidelización a nuestras páginas, todo sea dicho), la entrada que contendrá el link de descarga sólo aparecerá durante dos horas cada día, una hora en la página de Valentín y otra hora en la de Gerardo. Además, dicha entrada estará ubicada en cualquier fecha del blog (revisad las páginas de entradas antiguas).
El libro está totalmente remaquetado: 107 páginas de psicolingüística, esquema Lambda y grafo del deseo, psicopatología familiar… En cualquier caso, se os avisa que se trata de un texto complejo.
Damas, caballeros… comienza la cacería.
P.D.: Los horarios abarcarán de las 12:00 a las 24:00 h., GMT +2 internacional, a partir del meridiano de Greenwich.

Actualizado: Ha finalizado el periodo de posibilidad de descarga. Enhorabuena a los afortunados en encontrar el material que, por el momento, será retirado del blog. Aquellos de vosotros especialmente interesados en conseguirlo... ¿quién sabe? Seguid comentando. Un saludo.

La clínica en su cotidianidad VIII

PáginaQue un psicoanálisis es un giro de 360 grados para nunca volver al lugar de partida es sabido, por lo que la labor terapéutica del analista pasa por descubrir, y hacer evidentes, los conflictos inconscientes que generan lo que de manifiesto se evidencia en la patología. El síntoma termina siendo el desencadenante de la demanda del paciente, que concluirá convenciéndose de que cualquier tratamiento es mejor que sobrevivir en unas condiciones que suelen llegar al dramatismo más exacerbado.
Sin embargo, la determinación y los buenos propósitos de analista y paciente llevan, en demasiados casos, a una serie de entrevistas preliminares que jamás cristalizan en un tratamiento “ad hoc”. Tal es el caso que hoy presentamos.

La clínica en su cotidianidad VII

Libro copia Como venimos haciendo, presentamos en la serie la clínica en su cotidianidad el caso de una primera entrevista con muchos síntomas y una “aparente” falta de deseo. Quizás el lector pueda leer entre líneas el sentido que después ha ido teniendo en mi práctica profesional la variante de la entrevista tipo que me tocó diseñar. Les dejo con el caso.

Oh, Wien, stadt meiner träume!! (Parte VI)

Sin título-1A.E.I.O.U. o lo que es lo mismo Alles Erdreich Ist Österreich Untertan (en alemán). Todo el mundo depende de Austria, es un acrónimo repetido hasta la saciedad; en monumentos, palacios, edificaciones gubernamentales y privadas de la ciudad de Viena. Fue el lema secular de los Habsburgo durante centurias y hoy queda como curiosidad en multitud de fachadas.
Uno de estos días les contaré si lo desean y me lo hacen saber, la teoría del Graben y el centro del universo, que refuta totalmente la afirmación daliniana que el ombligo del cosmos se encuentra en la estación de Perpiñán.
Pero volvamos a nuestros cafés. El Frauenhueber tiene una solera que nadie le puede sustraer, pero no se puede sostener un local en el hecho de que Wolfgang “Amadeus” Mozart tocara allí algunas veces.
En cambio el Café Central, sito en el palacio Ferstel, es un lugar “casi” mágico. El Central abrió allá por 1860. De los clientes habituales quizás nombrar a Peter Altenberg, que tenía en el local su verdadera residencia, Hugo von Hofmannsthal y Adolf Loos, el arquitecto del que ya les hablé y volveré a mencionar en algún apartado de estos relatos.
Se dice que el consejero Aulico Clam-Martinic, hablando sobre una posible revolución en Rusia, comentó a un secretario: “¿Quién se supone que hará la revolución? ¿El Señor Bronstein?” , y es que se refería a un sujeto que con el tiempo fue conocido en todo el mundo como León Trotsky, y que por aquel entonces vivía exiliado en la ciudad.
Curiosamente, años después, cuando Trotsky se exilió a México y vivía en Coyoacan, eligió una calle llamada Viena para fijar su residencia, lugar donde como es sabido fue asesinado por orden de Stalin en 1940.
En fin, decía Alfred Polgar que el Central no era una cafetería, si no una de forma de Weltanschaung (de ver el mundo). Eso sí… desde un asiento privilegiado.
En el periodo anterior a la guerra el Café Sperl, sito en Gumpendorfer strasse, concentró a una serie de amantes del café y su cultura, como ejemplo baste nombrar a artistas tan famosos como Josef Hoffman, Koloman Moser (fundador de las manufacturas vienesas), Joseph Maria Olbricht, constructor del palacio Sezession, y un largo etcétera…
De hecho, en el ambiente de este café sigue perdurando un aire de otro tiempo que crea reminiscencias del pasado.
Para turistas en busca de ambientes muy contemplativos, quizá el café Griensteidl sea ideal. En este local sentó sus reales el escritor Karl Kraus, que durante cuarenta años escribió y editó su periódico sarcástico “Die Fackel” (La Antorcha).
Además el sitio lo vale, enclavado en la Michaelerplatz (plaza de Santa Micaela) frente a la iglesia del mismo nombre, y asimismo frente a la parte del Hofburg o palacio Imperial, llamada Michaelertrackt (ala de San Miguel), con su hermosísima cúpula.
En plena Ringstrasse podemos encontrar el Café Prückel, con una historia centenaria y un ambiente en estilo modernista que no tiene nada que envidiar al resto de los mil ciento y pico locales restantes de la ciudad.
Se me olvidaba comentarles que para celebrar la victoria sobre los turcos, a finales del siglo XVII, los panaderos vieneses realizaron una especie de bollo con forma de media luna (llamado en el original alemán Halbmond) y que después se hizo famoso en Francia y el resto de Europa por el nombre de “croissant”.
Así que ya lo saben, si desean probar un croissant, el original se inventó en Viena. Recuerden que los hay de todos los sabores. Y es que para gustos… colores.
Por cierto, un día les contaré de qué color es el Danubio.

Oh, Wien, stadt meiner träume!! (Parte V)

Según los datos que se custodian en el museo histórico de la ciudad de Viena, el primer local que podríamos llamar “café” hizo su inauguración después del sitio de la ciudad y la posterior derrota de los turcos en 1683. Los invasores se dejaron olvidados en su estampida varios sacos de unos granos que, tras la pertinente infusión, resultaban cuanto menos tonificantes. Este asunto le costó al gran visir Mustafá Pachá la pérdida de lo que se encuentra por encima de los hombros. (Por cierto, la tienda de campaña del mismo se encuentra en el “heeresgeschichtliches museum”, que pueden sustituir, si les resulta difícil la pronunciación, por un escueto “arsenal”).
Pero, ¿qué es un café vienés?
Es un lugar para relajarse, leer la prensa, comer algo, jugar si se desea al billar, hacer amigos, despachar correspondencia y un largo etcétera… que siempre comienza y termina tomando café.
Desde luego, si llegara un hipotético fin del mundo a los vieneses les pillaría en el café. Todo, absolutamente todo, recuerda a otra época. Hasta las cigarreras de los lavabos esperan un óbolo por custodiar los servicios públicos. No es otro ambiente, es otro mundo irremediablemente perdido para siempre…. menos en Viena.
Si les cuesta creerlo, hagan la prueba e intenten traducir la palabra alemana “camarero” (Herr Ober), tan usada en la ciudad, por la de “kellner” (habitual del alemán normativo). Si cometen tamaña afrenta quizás entiendan el por qué de tanta ceremonia.
Después de la secular dinastía de los Habsburgos, los cafés vieneses son la institución que más perdura en el tiempo en una ciudad que, impertérrita, perdió la memoria allá por el año 1914.

En el Cafe Landtmann, además de publicar quincenalmente un periódico propio y gratuito para parroquianos y visitantes, los políticos comparten local con los actores del Burgtheater (y los sujetos que van de visita “a captar” alguna onda de las que pudo dejar el Dr.Freud). Y es que desde la caoba aún se oyen las promesas de una tercera tópica.
El Café Landtmann exhibe orgulloso más de doscientas maneras de preparar un café. Pueden elegir , evidentemente… pero yo les recomiendo el “ kafe mit milch”, llamado en Viena por herencia afrancesada “melange”, y que no es otra cosa que el café con leche elevado a la categoría archiducal.
Y hablando de herencias, les recuerdo que hubo un tiempo en que las monarquías del Imperio español y Austria eran la misma, de ahí que exista una Escuela Española de Equitación, o que la calle adyacente a la de Freud se llame Schwarzspanierstrasse, haciendo alusión a los hábitos de los monjes españoles que se instalaron en el distrito de Alsergrund. Así mismo, no debemos obviar un delicioso pastel que los vieneses llaman Spanierwind (viento español), y que todos conocemos como “merengue”.
Cuando un Vienés se enfada es de uso común la palabra “Karhjo”, que no es ni más ni menos que la vienización de nuestro “carajo”… En fin, cuando alguien no está interesado en lo que le dicen suele añadir “das kommt mir spanisch vor” (me suena a español), aludiendo que la conversación le suena a chino.
En definitiva, mucha herencia española y muchos albaricoques confitados (llamados en esta ciudad “Marillen” en clara referencia al color amarillo de esta fruta).
Volviendo a lo nuestro, el café Landtmann les ofrece un ambiente elegante en la parte final de la Ringstrasse. Quizás demasiado barato para algo tan bueno y bonito.
Ahora, eso sí, si a usted le gusta acompañarse de un cierto aire de intelectualidad, o quiere acaparar por osmosis flecos de la “nouvelle vague” ni que decir tiene que debe visitar el café Hawelka, institución para escritores, soñadores, profesores universitarios y un largo etcétera.
Al estar en Dorotheergasse, tiene enfrente la casa de subastas Dorotheum, donde casi todo se puede comprar, vender o empeñar, de tal manera que si en el café se encuentran a algún parroquiano con aire triste, quizás venga de traicionar al reloj de su bisabuelo paterno, antiguo héroe de la batalla de Wagram.
No obstante, yo personalmente tuve la fortuna de conocer, saludar y charlar con el fundador del establecimiento, el Señor Leopold Hawelka. Humilde en el trato, cortés con los clientes y que tenía mil y una historias para contar. Afortunadamente, tras la defunción del mismo su hijo retomó la antorcha del padre, y el local prosigue su andadura en un perpetuum mobile.
Por cierto, he de confesarles que no puedo dejar de sentir cierto bochorno al haber tenido que seleccionar unos establecimientos concretos, pero les aseguro que si no son todos los que están, al menos están algunos de los que son.
Al no serme posible reducir en una única entrega el tema, haremos una segunda parte para presentarles otras instituciones del asueto: el Café Central (palacio Ferste l), el Sperl, el Griendsteidl, el Prückel , el Imperial…
Por último en esta entrega, mencionarles el café Museum, cuya valía estriba en ser obra del arquitecto y gentleman Adolf Loos, ya mencionado en otra entrega de la serie vienesa.
Su obra al principio fue muy criticada por “la falta” de ornamentación tan del gusto vienés. Hoy en día este café y sus sillas de la manufactura Thonet suele estar repleto, por más que le sigan apodando “café nihilismus ” en referencia a la prudente falta antes citada.
No es de extrañar que los turcos (tan dados a los apodos) llamaran a Viena “puerta de oro”. Si hubiesen conocido los otomanos de “la sublime puerta” el destino que le iban a dar a su brebaje, quizá jamás hubiesen levantado el sitio de 1683.
Cerca del gran río también hay cafés, pero son modestos y sin una larga historia.
Por cierto, un día les contaré de qué color es el Danubio.

La clínica en su cotidianidad VI

Como vengo anunciándoles, presentamos un caso más de pacientes que no siguieron un tratamiento. En el que nos ocupa hoy, no hubieron más que dos entrevistas.
Así seguiremos hasta que comencemos a exponerles teoría y práctica psicoanalítica en textos que iremos subiendo a la red. Espero que les guste. Saludos.

Gracias

A fecha de hoy cumplimos 2.000 visitantes. Para más datos (hay colgada una estadística completa), podeís acceder al enlace de la página de Gerardo. Vielen Dank an alle.

With a little help...

Que sin la ayuda y ánimo de Gerardo Fernández Santamaría jamás hubiera podido llegar a ustedes, es algo de lo que no me cabe duda alguna. He pasado del circuito de conferencias de psicoanálisis de la década de los ochenta y noventa, a llegar a mucha más gente, sin la necesidad de pelearme y esperar que me publiquen más o menos libros.
Pero entiendan también que sin sus visitas a uno o al otro nuestra labor carecería de la parte más importante de su esencia. Estoy seguro que así como seguimos aquí, ustedes estarán ahí.
Gracias Gerardo, gracias amigos.
Oh I get by with a little help from my friends,
He gets high with a little help from his friends,
Oh I'm gonna try with a little help from my friends.
The Beatles

La enfermedad se propaga

He decidido que uno de los comentarios recibidos en el blog tiene categoría más que suficiente para ser publicado como una entrada (sin que sirva de precedente).
Una Teresa Coll cuyo talento ya pronostico que es inversamente proporcional a la lectura que le devuelve la báscula, ha publicado -a modo de comentario- un artículo-río sobre Viena y el entrañable escritor Stefan Zweig. Aquí os lo dejo:

"La sociedad vienesa anterior a 1914 vivía inmersa en la confianza. En el decir de Stefan Zweig en una "edad de oro de la seguridad". Todo, empezando por su casi milenaria monarquía, parecía asentarse sobre el fundamento de lo duradero y de lo invariable.
Convencidos, además, por la influencia del idealismo liberal del s. XIX de que se caminaba hacia el mejor de los mundos y hacia el progreso, nada malo podia suceder. La calidad de vida aumentaba, mejoraban en confort (no solo alcanzaba éste a las casas aristocráticas, tambien a la pequeña burguesía e incluso se confiaba en que llegaría al hogar del proletario)
Se avanzaba en derechos sociales, en higiene, en salud y prácticas aconsejables como el deporte. Sentían estas gentes que se alejaban de manera definitiva de toda posibilidad de violencia y maldad.
Se creía tan poco, escribe S. Zweig, en recaídas en la barbarie, por ejemplo guerras entre los pueblos de Europa, como en brujas y fantasmas.
Pensaban que las naciones caminaban hacia una fusión armoniosa que aseguraría a la humanidad el bien supremo de la paz. Había afán de civilización y ese ímpetu sirvió de imán a todas las corrientes de la cultura europea (armoniosamente, en la ciudad de la música se iba fundiendo lo germano, lo eslavo, lo español, lo húngaro, lo italiano, lo frances y lo flamenco). Fluía un espíritu totalmente cosmopolita. En Viena se era ciudadano del mundo. Con dos millones de habitantes, era una auténtica metrópoli, pero al mismo tiempo no se había desligado aún de la naturaleza. Las últimas casas colindaban con los bosques y se reflejaban en las impetuosas aguas del Danubio. Un paisaje de armonía, sutilidad, equilibrio... Se amaba la buena cocina, el buen vino, los dulces y las deliciosas tartas, las veladas en cafés y, por supuesto, la música, el teatro, el arte de la conversación y los buenos modales. En suma, la vida era fácil, ligera y despreocupada en aquella vieja Viena, con su famosa máxima de "vive y deja vivir".
Y sucedió, sin embargo, que se les rompió sorpresivamente y sin solución el mundo y se quedaron sin suelo bajo los pies.
Dice S. Zweig "tuvimos que dar la razón a Freud cuando afirmaba ver en nuestra cultura tan solo una capa muy fina que en cualquier momento podía ser perforada por las fuerzas destructoras del infierno" Cuando la barbarie terminó, de ese mundo derrumbado de un soplo, quedó un pequeño estado sin padre. La seguridad se había convertido en un sueño infantil del que había que despertar.
Viena, consciente de lo poco conscientes que fueron, de lo superfluos que llegaron a ser y lo ajenos a los verdaderos problemas humanos, de la arrogancia que en el fondo escondía su seguridad..tuvo que ir madurando. Desencantada y llena de lucidez, con la certeza de que nunca regresarían al lugar donde habían sido confiados y felices, hizo lo único que podía hacer. En un gesto definitivo de afirmación de la vida y de la muerte, volvió a los cafés, al deleite de saborear la tarta sacher, a calzarse nuevos zapatos y, como si nada ocurriera, a seguir bailando.

Teresa Coll Sanmartin"

Oh, Wien, stadt meiner träume!! (Parte IV)

Aunque Adolf Loos, gran arquitecto del fin de siglo, llamaba a Viena “villa Potemkin” por la profusión barroca-rococó de la Ringstrasse, era consciente de que su ciudad de adopción se encontraba en el mascarón de proa del movimiento Art Nouveau.
Este arte llamado en Europa central Jugendstil o Sezession, tuvo la bendición del emperador Francisco José, que había nombrado a Otto Wagner “Hofbaurat”, es decir, arquitecto jefe imperial. Eso sería anecdótico si no fuera porque a poco de adentrarnos en el Ring, nos encontramos con edificios como Urania, antiguo observatorio construido en este estilo por el discípulo del mencionado Wagner, Maximilian Fabiani. Así, a ritmo de un vals que acaba de comenzar, nos sorprenderá la ÖPSK o, lo que es lo mismo, el edificio de la caja postal de ahorros. Sólo por esta construcción la ciudad bien vale un viaje, al menos de fin de semana, aunque solo sea para admirar las victorias aladas y sus acroteras, que custodian como ángeles de la guarda la entrada al complejo.
No pasa de moda, no hay manera… arquitectura para apasionados de lo efímero. Muy próximo en la Rennweg Strasse podrán encontrar, edificios más o menos fallidos, de artistas que a través de las calendas se han ido quedando en el anonimato. La cuestión es que el estilo se extendió como la pólvora por toda la ciudad, regalándonos las paradas y estaciones del suburbano de Karlplatz (milagrosamente salvadas de los bombardeos de la guerra), o el pabellón imperial de metro sito enfrente del palacio de Schoenbrunn. Todo lo pueden visitar si se animan en algún momento.
Pero el movimiento modernista no iba a quedarse anclado en la arquitectura, por lo que casi prematuramente un pintor como Gustav Klimt se sumó al proyecto, llevando a cabo obras maestras como los retratos de Adele Bloch-Bauer y la célebre Judith, (que da la impresión de que se encuentra mirando al visitante desde el pedestal de su indiferencia).
Como dato curioso, les diré que la modelo que posó para Klimt era una trabajadora del oficio más antiguo del mundo, y que la cabeza de Holofernes que sujeta es la del propio pintor, que confesó que se había inspirado en la relación con su imperial señora suegra.
Los artesanos, por su parte, decidieron crear la famosa “Wiener Werksttäte”, o “manufacturas vienesas”, de las que siguen viviendo muchos trabajadores, pues allí donde no llega el Danubio se fundaron las filiales de Salzburgo primero y Nueva York después, inaugurando una larga lista para amantes de un gusto que siempre bordea lo rebuscado y lo simple.

Quizás la obra más famosa del modernismo vienés fue, ha sido y será el palacio de la Sezession, en cuyo frontispicio se puede leer “DER ZEIT IHRE KUNST , DER KUNST IHRE FREIHEIT”, que viene a decir, “a cada época su arte, a cada arte su libertad”. Este es el legado que les dejó a los amantes de lo bello Joseph Maria Olbricht, prematuramente desaparecido por una leucemia que no entendía de arte.
Los vieneses llaman al edificio de la Sezession “el repollo de oro”, por su filigrana dorada y esférica de laureles, con la cual está coronado. Por si fuera poco, en su interior se encuentra el famoso friso de Beethoven realizado por Klimt, del que muchos atesoramos un trocito de réplica.
Irreverente y falto de tacto sería el que esto escribe si olvidara decirles que algunas de las obras más conocidas de Wagner se encuentran en Linkewienzeile Strasse, una al lado de otra: la Majolikahaus, la casa de los medallones… edificios hermanados con la casa de las mujeres gritando, obra de Ottmar schimkovitz.
Y como no puedo cansar al viajero con todas las obras de ingeniería civil que el modernismo le debe a Viena, solo les diré a los interesados en las enfermedades mentales que una maravilla (una más de la ciudad) fue encargar a Wagner la edificación del hospital para enfermos mentales, allá en lo alto de una colina del distrito Ottakring. Junto a dicho hospital se encuentra la Iglesia para los enfermos conocida como Kirche am Steinhof, maravilla de lo funcional.
Por cierto, un día les contaré de qué color es el Danubio.

¡Felices vacaciones!

Queridos amigos y amigas: estas breves líneas son solo para desearles que, durante el mes de agosto, pasen unas buenas vacaciones (los afortunados que las tengan). Como nos comenta desde su página Gerardo F. Santamaría, sigan visitando nuestros blogs, pues no cerramos aunque ralenticemos la marcha hasta el uno de septiembre.
Aprovecho además, desde mi retiro vienés, para desearles feliz navidad y prospero año nuevo, pues como decía Mario Moreno (Cantinflas): “si eres el primero en felicitar, felicitas dos veces”.
Les dejo con la tercera entrega de la serie “Oh ,Wien, stadt meiner träume!!” que, por cierto, significa : “¡Oh, Viena, ciudad de mis sueños!”. ¿Acaso lo dudaban?

Oh, Wien, stadt meiner träume!! (Parte III)

En honor a la verdad, a la más absoluta posible a la que nos podemos acercar, conviene recordar a nuestros lectores que cualquier viaje tiene sus riesgos, y que así como en los bosques de Viena habitan sus cuentos y un tipo de garrapata que puede transmitir la enfermedad de Lyme, existe otro tipo de enfermedad mucho más común y que tiene peor pronóstico, que no diagnostico...
Del asunto de la garrapata (nada que decir) está solucionado, pues cualquier sujeto pusilánime -o futbolista internacional- tiene a su disposición una vacuna. Pero por lo que respecta a la otra enfermedad, los especialistas aún no se ponen de acuerdo sobre cómo intitular al síndrome, que se manifiesta por: aumento de la frecuencia cardiaca, hipertensión en leptosomáticos, hipotensión en obesos, penisneid, hiperventilación, histeria momentánea, consumo desmesurado de cafeína-chocolate-cigarrillos, sensación de decadencia gozosa, llanto ante una hermosa vista, gusto abusivo por lo kitsch, euforia patológica, atracción por el césped, ralentización de la marcha sin llegar a una astasia-abasia, claudicación intermitente ante el parlamento de Teophil Hansen, poner siempre al mal tiempo buena cara y una extraña predisposición a escribir frases siempre demasiado largas, demasiado floridas, demasiado...
Los lugareños saben (se trata de un remedio autóctono) que la cascada sintomática sólo se sacia corriendo de la imperial y real pastelería Demel hasta la cafetería Landtman, donde Freud se desayunaba un expresso todas las mañanas. Lo del Landtman es optativo, pues otras reverencias prefieren darse un garbeo por el café central (sito en el Palacio Ferstel), y saludar al poeta Peter Altenberg, que tenía en esta cafetería su cuartel general y domicilio. Por cierto, si lo ven, le saludan de mi parte.
Otros que solo van de viaje allá donde los tour- operadores les prometen buenas vistas y comida en abundancia, acabaran comprando tarta Sacher en cualquier esquina con tal de que ponga en el envoltorio "Sachertorte", sea o no Sacher auténtica.
El síndrome puede atacar a personas sin importar la edad, sexo, raza, orientación sexual o condición social. Lo único que revelan los estudios es que se trata de una patología que, siendo psicosomática, no se ajusta a convenciones sociales ni a nacionalidades. ¡Ni siquiera es necesario hablar o entender alemán!
Yo les aseguro que aunque se trata de una enfermedad incurable no es mortal, pero te acompaña hasta el final. ¡Ah!, el doctor Wagner-Jauregg, Nobel de medicina y jefe clínico de psiquiatría del Allgemeines Krankenhaus, convenció a uno de sus alumnos más brillantes para investigar sobre la rara enfermedad. Ernst Moser, que así se llamaba el discípulo, encontró una cura para él mismo. Se compró un apartamento en Leopoldstadt y desde su ventana observaba cada mañana la cúpula de la iglesia del jubileo. Una habitación con vistas.
Hay otro asunto espinoso: el del retrato de Adele Bloch-Bauer realizado por Klimt en su taller del barrio de Baumgarten, en el actual distrito de Penzig...
Pero eso es otra historia que me sirve de excusa para atormentarles con otro artículo vienés.
Por cierto, un día les contaré de qué color es el Danubio.