Oh, Wien, stadt meiner träume! (Parte XXIII)

Una semana más y otro trocito de Viena, en este caso una breve presentación del hotel en el que nos hospedamos. Para más información sobre este icónico edificio (mundialmente conocido por la elaboración de la tarta Sacher, que lleva su nombre), les invito a pasar por su página web.

Esperon que disfruten del -digamos caluroso- vídeo.
Recordarles que está también disponible en alta definición (para ordenadores potentes), y que cuenta con una opción de subtítulos. Servus.

Oh, Wien, stadt meiner träume! (Parte XXII)

Antes de nada, avisar que el que suscribe es Gerardo. Me veo en la obligación de ser yo quién dé la cara ante la injustificable demora en los videos de Viena (Valentín ha sido todo lo persistente que ha podido, mis nervios dan fe de ello). El retraso se ha debido a que las fuentes de los vídeos fueron grabadas en alta resolución, y para procesarlas de cara al Youtube he tenido que hacer auténticas filigranas. Por cierto, las fuentes en resolución más alta son accesibles desde la propia ventana de visualización, si su ordenador y su conexión lo permite, no duden en activar la opción HD.
Poco a poco me comprometo a ir colgando otras tomas. Espero que las disfruten. Cedo la palabra al maestro:

Oh, Wien, stadt meiner träume! (Parte XXI)

Kirche am Steinhof 01

Llegó el día y -¡por fin!- nos fuimos a Viena; vía Múnich, pero fuimos los últimos días de enero y el primero de febrero. Sorpresas en principio ninguna, a poco que uno rasque y empiece a buscar recorridos alternativos a los que nos propone la oficina de turismo de Austria.

Reconozco que tener un buen dominio de las calles y monumentos es la mejor ayuda a la hora de encontrar pequeñas excursiones, sin tener que adentrarse en ningún gélido bosque de los que envuelven a la ciudad.

Confieso que al principio, encontrándonos con la ciudad nevada, se me ocurrió hacer un reportaje de Mayerling y su pabellón de caza. Hubiese sido en todo caso una distorsión de la realidad, pues caí en la cuenta de la cantidad de cosas realmente interesantes que quedaban por ver y por filmar de esta ciudad.

Así que partimos con nuestra cámara de alta definición e hicimos un recorrido -a veces serio y a veces humorístico- en el que filmar casas y cosas realmente interesantes y alejadas de Sissi y su romanticismo decimonónico nos pareció esencial.

Tan es así que descubrimos y filmamos tanto la villa Wagner I como la II, y subimos al punto más alto de la ciudad en el monte Kahlenberg -especie de Tibidabo- donde la única atracción es el monte en sí y la privilegiada perspectiva que tiene sobre la ciudad.

Suponemos, porque al vivir en el mediterráneo no tenemos la certeza, que iremos subiendo fragmentos de nuestras filmaciones, como el complejo de edificios del psiquiátrico de Penzing, donde se encuentra la maravillosa iglesia Kirche am Steinhof.

Kirche am Steinhof 02 Así mismo verán la crudeza del invierno en la Plaza de los Héroes, que invita a todo menos a estar allí en ese momento, pues a diez o doce bajo cero con viento lo único que desea uno es meterse en una cafetería –llamada allí Café- y esperar mejor tiempo.

Pero nosotros habíamos ido a lo que fuimos y sacamos fuerzas de nuestro sueño vienés, estableciendo un horario espartano que consistió en levantarnos a las 7 de la mañana (2 horas después que los parroquianos) salir a hacer recorridos, comer a las trece horas, dormir una siesta de 16:00 a 17:30 y seguir la marcha, aprovechando que cuando nieva hace menos frío.

Lo peor del viaje, quizás y a mi manera de entender, el volver tan pronto a Valencia, pero ya se sabe, un forofo es un forofo.

Quisimos impregnarnos tanto del ambiente vienés que elegimos el Hotel Sacher, de tal manera que cuando en algún restaurante de nuestra querida Valencia me preguntan si deseo de postre tarta Sacher declino la proposición no sin esbozar cierta sonrisa irónica.

Hemos hecho tanto en tan poco tiempo, que sólo he podido reconfirmar por enésima vez que Viena -solo Viena- es la ciudad de mis sueños. ¿Saben ustedes por qué? Porque hay una Viena para cada uno.

Auf Wiedersehen.

Servus.

La familia (V). El drama de los celos. El yo y el otro.

Celos El Yo se constituye al mismo tiempo que el otro en el drama de los celos. Para el sujeto se produce una discordancia que interviene en la satisfacción espectacular, ello implica la introducción de un objeto tercero que reemplaza a la confusión afectiva y a la ambigüedad especular mediante la concurrencia de una situación triangular. De ese modo, apresado en los celos por identificación, el sujeto llega a una nueva alternativa en la que se juega el destino de la realidad: el de reencontrar el objeto materno y aferrarse al rechazo de lo real y a la destrucción del otro. Al mismo tiempo, sin embargo, reconoce al otro con el que se compromete la lucha o el contrato.

El Yo así concebido no alcanza antes de los tres años su constitución esencial, el papel traumático del hermano en el sentido neutro está constituido así por su intrusión. La intrusión se origina en el recién llegado y afecta al ocupante, la reacción del ocupante ante el trauma depende de su desarrollo psíquico. Sorprendido por el intruso en el desamparo del destete, lo reactiva constantemente al verlo: realiza entonces una regresión que, según los destinos del Yo, será una psicosis esquizofrénica o una neurosis hipocondríaca o, sino, no reacciona a través de la destrucción imaginaria del monstruo que dará lugar, también, a impulsos perversos o a una culpa obsesiva.

Si el intruso, por el contrario, aparece recién después del complejo de Edipo, se lo adopta, por lo general, en el plano de las identificaciones paternas. Ya no constituye para el sujeto el obstáculo o el reflejo, sino una persona digna de amor o de odio. Las pulsiones agresivas se subliman en ternura o en severidad.

La familia (IV). El complejo de intrusión

Hermanos Es la experiencia que sufre el sujeto cuando ve participar junto con a él a otros en la relación familiar, o sea, cuando comprueba que tiene hermanos. Claro está que ello dependerá de la cultura y de la extensión que se otorga al grupo doméstico, y de las contingencias individuales. De este modo, de acuerdo al lugar que el destino otorga al sujeto en el orden de los nacimientos, el sujeto ocupará el lugar de heredero o de usurpador.

Los celos infantiles durante la historia de la humanidad han llamado la atención, teniendo éstos un papel en la génesis de la sociedad como hecho humano. Las investigaciones revelan que los celos en su base no representan una rivalidad vital, sino una identificación mental.

En efecto, si confrontamos dos niños entre 6 y 24 meses se comprueba que en esos niños aparecen reacciones de diversos tipos, en las que se entrevé cierta comunicación. En una de estas reacciones se ve una rivalidad bastante objetiva que se plasma en una cierta adaptación de las posturas y los gestos, a través de una alternancia ordenada en provocaciones y respuestas. En la medida misma de esta adaptación se ve el reconocimiento de un rival, es decir de un otro como objeto. Dicha reacción viene siempre condicionada a la diferencia de edades entre los sujetos, cuyo límite se reduce a dos meses aproximadamente en el primer año.

Si dicho límite no se cumple, la reacción de los sujetos es diferente, apareciendo entonces la seducción, el alarde y el despotismo, o sea, aparece entonces un conflicto no a dos, sino conflicto en cada sujeto, entre actitudes contrapuestas y complementarias.

De ahí que cuando uno de los dos sujetos se ofrece como espectáculo, y el otro lo sigue con la mirada, nos podríamos preguntar ¿cuál de los dos es en mayor medida espectador? En este caso se pro­duce la siguiente paradoja: cada compañero confunde la parte del otro con la suya propia y se identifica con él, pero también puede mantener esa relación con una participación mínima de ese otro y vivir toda la situación por sí sólo. Se comprueba de esta manera que en este estadio la identificación específica de las conductas sociales se basa en un sentimiento del otro, que sólo se puede desconocer si se carece de una concepción correcta en cuanto a su valor totalmente imaginario.

En las estructuras de la imagen de la que hablamos, en esa diferencia de edad reducida, se comprende que su condición equivale a una cierta semejanza entre los sujetos, comprobándose que la imagen del otro está ligada a la estructura del propio cuerpo en función de cierta semejanza.

El psicoanálisis nos demuestra en el hermano al objeto electivo de las exigencias de la libido, que en dicho estadio de la vida son homosexuales; existiendo también la confusión en este objeto de dos relaciones afectivas, amor e identificación, cuya oposición será funda­mental en estadios posteriores.

Los celos amorosos de los adultos son debidos al enorme interés del sujeto ante la imagen del rival, interés que aunque se afirma como negativo, odio, y que se origina en el objeto supuesto del amor, se muestra cultivado por el sujeto en forma gratuita y costosa, que domina hasta tal punto al sentimiento amoroso, que induce a interpretarlo como interés esencial y positivo de la pasión. Este interés confunde en sí mismo la identificación y el amor.

La agresividad se muestra como secundaria a la identificación. Sabemos que el amamantamiento constituye para el niño una neutralización temporal de las condiciones de lucha por el alimento. La aparición de los celos en relación con el amamantamiento pueden manifestarse en casos en los que el sujeto, sometido algún tiempo al destete, no se encuentra en una situación de competencia vital con su hermano, fenómeno éste que necesita una cierta identificación con el estado del hermano.

El carácter sadomasoquista que se da en esta etapa de la vida, hace que la agresividad domine la economía afectiva y, al mismo tiempo, sea soportada y actuada por el sujeto. Este papel que desempeña el masoquismo en el sadismo fue lo que condujo a Freud a afirmar la pulsión de muerte.

Vemos pues como en ese malestar del destete aparece un deseo de muerte que se reconoce como un masoquismo primario. De ahí que el niño reproduzca a través de los juegos ese malestar mismo, sublimándolo y superándolo. (Experiencia Fort-Da del nieto de Freud), donde en la expulsión el sujeto reproduce el patético destete, pero ahora es triunfador al ser el sujeto activo en su reproducción.

La identificación con el hermano proporciona la imagen que fija uno de los polos del masoquismo primario. Así la no violencia del suicidio primordial, engendra la violencia del asesinato imaginario del hermano, violencia que no tiene relación con la lucha por la vida. El objeto que elige la agresividad en los primeros juegos de la muerte, será un objeto biológicamente indiferente: un sonajero. El sujeto lo elimina gratuitamente por placer, limitándose a consumar la pérdida del objeto materno. La imagen del hermano no destetado sólo suscita cierta agresión, ya que repite en el sujeto la imagen de la situación materna y con ella el deseo de la muerte, siendo este fenómeno secundario a la identificación.

La Familia (III). El complejo de destete (2)

Bebote y narcisismo Sin embargo, algunas sensaciones exteroceptivas se aíslan en unidades de recepción apareciendo así los primeros intereses afectivos, cosa que se ve ante la reacción del acercamiento y alejamiento de per­sonas que se ocupan del niño.

Estas reacciones electivas permiten ver que en el niño existe un conocimiento precoz de la presencia que tiene la función materna, y el papel de trauma que puede desempeñar la sustitución de dicha presencia. El niño permanece totalmente comprometido con la satisfacción de las necesidades que corresponden a la primera edad y en la ambivalencia típica de las relaciones mentales que aparecen en ella.

La sensación de succión y presión constituyen la base de esta ambivalencia, el niño absorbe y es absorbido en el abrazo materno. No se puede hablar aquí aún de autoerotismo, ya que el Yo aún no está constituido.

Además de las sensaciones exteroceptivas, en el niño aparecen otro tipo de sensaciones internas como consecuencia de la imagen pre­natal. La angustia prototipo de la asfixia del nacimiento, y el frío, relacionado con la desnudez y el malestar laberíntico, organizan el malestar que el niño siente en esos primeros seis meses de vida, debido a una insuficiente adaptación ante la ruptura de las condiciones de ambiente y nutrición que constituyen el equilibrio de la vida intrauterina.

Toda esta concepción concuerda con la que el psicoanálisis encuentra en la experiencia, cuyo fondo último es la imagen del seno materno. Bajo las fantasías del sueño, y en las obsesiones de la vigilia, se perfilan con precisión las imágenes de un hábitat intrauterino en la vida extrauterina.

El hombre es un animal de nacimiento prematuro, esto explica las generalidades del complejo del destete. El destete otorga su expresión psíquica a la imagen más oscura de un destete anterior, más penoso y de mayor amplitud vital, destete que separa en el nacimiento al niño de la matriz, separación prematura que origina un malestar que ningún cuidado materno puede compensar.

Vemos pues cómo a partir de varios factores el niño constituye la imagen del seno materno, que dominará durante toda la vida. Esta misma imagen garantiza a la mujer una satisfacción psíquica privilegiada, mientras que sus efectos en la conducta de la madre preservan al niño del abandono que le sería fatal. Hay que tener en cuenta que en el amamantamiento, con el abrazo y la contemplación del niño la madre recibe al mismo tiempo y satisface el más primitivo de todos los deseos.

Existe, dice Lacan, una tendencia psíquica a la muerte, bajo la forma original que le otorga el destete, cosa que vemos en los suicidios sin violencia, donde aparece una forma oral del complejo (huelga de hambre), demostrando el análisis de estas personas que en dicho abandono ante la muerte el sujeto intenta reencontrar la imago de la madre.

También vemos como aún sublimada la imagen del seno materno, ésta sigue desempeñando un importante papel. Su forma más alejada de la conciencia, el hábitat prenatal, encuentra un símbolo en la habitación y en su umbral, sobre todo en sus formas primitivas: cavernas, chozas, cabañas. etc. De este modo todo lo que constituye la unidad doméstica del grupo familiar, se convierte para el sujeto en el objeto de una afección distinta de la que lo une a cada miembro del grupo, por lo que dicho abandono de la familia tiene el valor de una repetición del destete.

Oh, Wien, stadt meiner träume (Parte XX)

KundK

Kakania era un país ficticio que hacía referencia implícita a los últimos días del Imperio Austro- Hungaro. La denominación es debida a que el dicho Imperio siempre se nombrara como Kaiserlich und Koenigliche Doppel Monarchie, es decir: “Imperial y Real monarquía dual”; en una suerte de “tanto monta, monta tanto”. De ahí que la abreviatura K und K -o bien K & K- siga estando presente en la Ciudad de Viena allá donde se mire.

Ejemplo: la archí-famosa pastelería Demel sigue nombrándose como K und K Demel. No les aburro, pero les aseguro que sin el K und K pocas cosas de calidad podían encontrarse en el “fin de siécle” vienés.

Y a ese final de Siglo me quiero referir, cuando arquitectos de la talla de Otto Wagner conseguían sentar en un recargado trono art nouveau al mismísimo Kaiser, que accedía con mayor o menor entusiasmo por el bien de su Nación multicultural.

Kakania supo acomodarse a la situación de su tiempo, pero su época ya había pasado. La etiqueta española resultaba más anacrónica que un pen-drive en un retrato de Isabel la católica. “Renovación” hubiese sido la clave si el Imperio no hubiese ido siempre detrás de los cambios que tenían lugar en este vasto Imperio de cincuenta y pico millones de almas.

Algo queda de Kakania en la capital del antiguo Imperio. Para muestra un botón: Robert Tausk fue un psicoanalista, medico-psiquiatra, abogado y periodista que lo dejó todo por seguir a Sigmund Freud; nacido en Zsilina -hoy en la república Eslovaca-, allá por el año 1879. Cambió de religión para convertirse en católico dejando atrás su herencia judía. Sus cualidades, muchas; sus defectos, cierta inestabilidad emocional y un pensamiento genial, tan genial que debía crear no pocas envidias en un derredor gris y mohíno.

La cuestión es que finalizada la primera Guerra Mundial, casi sin amigos, con el rechazo implícito de Freud y viendo que todas las puertas se cerraban, decidió poner fin a su vida allá por 1919, es decir, a la temprana edad de 40 años.

Fue enterrado en el Cementerio Central de Viena y allí sigue.

En un viaje personal realizado en Julio de 1997, mi señora madre -conocedora de mi admiración por Tausk- me propuso armarme de valor e intentar buscar, no sin su ayuda, la tumba de mi admirado Viktor Tausk.

Tras recorrer en coche los entresijos del Cementerio central encontramos finalmente la tumba, y nos decepcionó el estado del pequeño jardín, que lucía bastante descuidado. Pusimos manos a la obra y fuimos directamente a las oficinas para protestar por este abandono. Primero se nos dijo que el mantenimiento se pagaba desde los Países Bajos -cosa cierta, me consta- segundo, que al no ser familia no era nuestro asunto. Yo no salía de mi asombro, ni mi madre de su cólera. Finalmente lo único que saque en claro fue la dirección del nieto de Tausk, con el que desde entonces me une una entrañable amistad.

La cuestión, amigos, es que la clepsidra siguió marcando el tiempo y, hete aquí, que esta semana recibo una carta oficial -¡doce años después!- para que envíe diligentemente una cantidad de dinero para hacerme cargo, hasta el año 2016, de los arreglos florales de la tumba, a lo que pienso ceder gustosamente. Pero… ¡Doce años después!

Como pueden ver el atraso en las contestaciones y la anedonia no las resuelve el cambio de régimen. Es intrínseca a un carácter que imperó por muchos años a remolque de los primos alemanes del norte.

Kakania fue grande, pero menos que Alemania. Kakania tuvo una sorprendente densidad de población, pero sensiblemente menor que la de sus primos-hermanos. Alemania era potencia industrial en fabricas de acero mientras kakania invertía diligente en hermosos valses vieneses.

Moraleja: todo llega.

Incluso en Kakania, tarde pero llega.

A mi madre, In Memoriam.

Servus.

La familia (II). El complejo de destete (1)

Destete Este complejo representa la forma primordial de la imago materna, dando lugar a los sentimientos más arcaicos y estables que son vínculo de unión del sujeto con la familia. El complejo del destete es el más primitivo del desarrollo psíquico que integra todos los complejos ulteriores y viene determinado por factores culturales, siendo desde este estadio primitivo diferente del instinto. Sin embargo, se asemeja al instinto en dos aspectos:

  1. El complejo del destete tiene rasgos generales en toda la especie.
  2. Representa en el psiquismo una función biológica: la lactancia.

De ahí los comportamientos que unen al niño con su madre, apareciendo en ello un carácter también fisiológico, dejando este instinto maternal de actuar en el animal cuando ha llegado el fin de la cría. Sin embargo, en el hombre se encuentra condicionado por una regulación cultural, que se manifiesta como dominante.

Apareciendo el destete en el hombre como un trauma cuyos efectos individuales se plasman en diversas sintomatologías: toxicomanías por vía oral, neurosis gástricas, etc. El destete por tanto, deja una huella permanente en el psiquismo humano, producto de esa interrupción en la relación biológica. Esta huella psíquica es la primera, sin duda, cuya solución presenta una estructura dialéctica, o sea solución, que se resuelve con una intención mental a través de esta intención el destete es aceptado o rechazado. Esta aceptación o rechazo no se conciben como una elección aunque determinan, como polos que coexisten, una actitud ambivalente, aunque uno de ellos prevalece (Melanie Klein).

El rechazo del destete es lo que instaura lo positivo del complejo, o sea, la tendencia a restablecer la imagen de dicha relación, cuyo contenido está formado por las sensaciones características de dicha edad, aunque su forma no aparece hasta que se produzca una organización mental de ellas.

Sabemos que este estadio es anterior al advenimiento de la elección de objeto, por lo que no podrán dichos contenidos, aún, representarse conscientemente, aunque sí que evolucionan a nivel inconsciente intentando modelar estructuras psíquicas ulteriores, volviendo a ser invocadas por asociación. De ahí que dichas sensaciones no se encuentran suficientemente coordinadas después del doceavo mes, como para que se haya completado el reconocimiento del propio cuerpo (imagen especular) y la noción de lo que es exterior.

El estadio del espejo corresponde a la declinación del destete, destete prematuro debido a un retraso en el crecimiento psíquico del hombre. Fragmentación del cuerpo e intento de consolidar esa unidad con respecto a la imagen especular de un otro, al que se identifica de una manera imaginaria y para siempre en uno mismo, o sea, se alinea el sujeto en ese eje imaginario dando lugar así a un mundo narcisista del Yo, en el sentido puramente energético de catexia de la libido sobre el propio cuerpo –narcisismo primario– y la consolidación de un ideal. Ya dijimos que en un primer momento el sujeto vive esa imagen especular como una intrusión temporal de tendencia extraña, o sea, intrusión narcisista. Esta intrusión primordial permite comprender toda proyección del Yo, cuando ésta se integra en un Yo neurótico.

La familia (I). El complejo, factor princeps

Familia La familia aparece aquí como carácter esencial del objeto a estudiar, siendo como el condicionamiento que sufre por los factores culturales que van en detrimento de los factores naturales.

Lo que define al complejo es el hecho de que reproduce una cierta realidad del ambiente, haciéndolo en forma doble: en la primera forma representa una realidad distinta, objetivamente a una etapa del desarrollo psíquico, en ella nos referimos a su génesis. En la segunda, su actividad repite en lo vivido la realidad, produciéndose experiencias que exigirán una mayor objetivización de la realidad, condicionando de esta manera el complejo. Vemos como esta definición implica que el complejo esté dominado por factores culturales. Vemos, también, como el complejo corresponde a la cultura. No por ello debemos de descartar cualquier relación de ésta con el instinto, ya que el instinto podrá ser ilustrado actualmente por su referencia al complejo.

Freud definió el complejo como factor esencialmente inconsciente, siendo la causa de efectos psíquicos no dirigidos por la conciencia, estos efectos son tan diversos y distintos que nos obligan a considerar como elemento fundamental del complejo, una representación inconsciente que llamaremos imago.

Complejo e imago vemos como toman tal énfasis en relación con la familia, que se revela como lugar fundamental de los complejos más estables y típicos, pasando la familia a constituir el objeto de un análisis concreto, viéndose incrementado el alcance de la familia como objeto y circunstancia psíquica.

Este progreso teórico indujo a proporcionar una fórmula del complejo que permitiera considerar e incluir los fenómenos conscientes, de estructura similar; complejos emocionales conscientes y sentimientos familiares suelen ser a menudo la imagen invertida de los complejos inconscientes. Complejos, imagos, sentimientos y creencias serán tratados por Lacan en relación con la familia y en función del desarrollo psíquico.

Las relaciones en función del Falo

Serlo o Tenerlo

El futuro del sujeto dependerá, como ya vimos en el complejo de Edipo, de la manera en que el padre introduzca la Ley. Pero ¿Cómo se juega entre los sexos las relaciones en función del falo? Siempre girarán en un ser o tener, que son un ser y tener que se refieren a un significante, y que por ese motivo tienen, como dicen Lacan, efecto contrariado, al dar por una parte realidad al sujeto en ese significante –de ahí se puede coger– y por otra parte, condenar al sujeto a la irrealización de las relaciones que pueden significarle –resbalan en el vacío, un no hay–.

Todo esto, lo venimos diciendo desde hace rato, tiene sus efectos a nivel de la relación entre los dos sexos, vaya que sí, en una suerte de comedia. Porque la mujer rechazará una parte de la feminidad para ser el falo, es decir el significante del deseo del Otro grande. Al no serlo (el falo) es por lo que pretende ser deseada al mismo tiempo que amada. Pero ¿y ella? ¿Dónde encuentra el significante de su deseo, de su propio deseo? Pues es muy sencillo, lo encuentra en el cuerpo de aquel a quien se dirige su demanda de amor, es por esta función significante, que el órgano que queda revestido de esta función, toma valor de fetiche: El pene. ¿Qué resultado tiene para la mujer todo esto? Pues se ve en la frigidez, que es ausencia de satisfacción propia de la necesidad y que las mujeres toleran bien, mientras que la represión inherente al deseo es menor que en el hombre[1], hay menor represión en la mujer.

Si el hombre encuentra cómo satisfacer su demanda de amor en la relación con la mujer, por el hecho de que ella en el amor –por obra del significante fálico– da lo que no tiene, eso hará que el hombre busque otra mujer, otra y otra, que pueda significar ese falo a títulos diversos, ya sea como virgen, ya sea como prostituta. El colmo santa y puta, eso es lo que se busca para preservarlo. Todo ello hace que en el caso del hombre la impotencia se viva fatal, y que al mismo tiempo la represión sea mayor.

Con respecto a la homosexualidad masculina, se constituye, como marca fálica del deseo, tener el falo, el falo de Otro se entiende, mientras que la homosexualidad femenina se orienta en una decepción que refuerza la vertiente de la demanda de amor. Todo ello nos lleva a que aparezca la curiosa consecuencia de que la ostentación viril, ser muy macho, sea una ostentación femenina.

Sé entrevé pues lo dicho por Freud, a saber: qué no hay más qué una libido y ésta es de naturaleza masculina. La función del significante fálico, desembocará aquí en su relación más profunda, aquella por la cual los antiguos encarnaban en él la inteligencia y la palabra.


[1] Jacques Lacan, La significación del falo, Escritos 2, México, Siglo XXI, 1989, p. 674.

La significación del Falo en la Spaltung del sujeto

El falo es el significante de ese levantamiento mismo que inicia por su desaparición. Es pues,  este falo, el significante que cae sobre el significado, marcándole. Así es como se produce una condición de complementariedad, en la instauración del sujeto por el significante. Es decir, la Spaltung.

A saber:Falo y spaltung

  1. El sujeto sólo designa un ser poniendo una barra en todo lo que significa . Es decir, da significados a los significantes, lo cual lo convierte en un sujeto en busca del deseo.
  2. Lo que está vivo de ese ser en lo reprimido originario, encuentra su significante por recibir la marca de la represión del falo, del significante fálico. (Gracias a lo cual el inconsciente es lenguaje. En las psicosis no hay Urver-dräungnung, no hay represión originaria de ese significante fálico . Hay Verwerfung, o sea, repudio).

¿Dónde tiene acceso el sujeto al falo? Pues en el lugar del Otro, en tanto en cuanto ese es el lugar de los significantes. Pero allí, en el Otro grande, el falo está velado, está y no está, es presencia y ausencia, es razón del deseo del Otro, única manera que tiene el sujeto para preguntarse por su deseo, pues el deseo es siempre deseo del Otro.

Es ese deseo del Otro como tal, lo que al sujeto se le impone reconocer, es decir, el Otro. Pues el deseo del Otro hace referencia al propio sujeto, por tanto un otro pequeño, en cuanto que es el mismo sujeto dividido de la Spaltung, de la escisión del significante.

Que el falo tiene función significante es algo que no escapa a la clínica, he ahí el hecho kleiniano en el que el niño aprehende que la madre contiene, en cursiva, el falo. Pero donde se ordena el desarrollo de lo que venimos diciendo, tiene lugar en la dialéctica de la demanda de amor. (No sé si lo he dicho, pero no vamos a hablar de amor). La demanda de amor padece de un deseo, cuyo significante le es extraño, ajeno, pues si el deseo de la madre es el falo, el niño quiere ser el falo para satisfacer el deseo de la madre.

La división inmanente al deseo se hace sentir por obra y gracia del intento del sujeto de presentar al Otro, lo que puede tener de real que corresponda al falo, pues lo que tiene no vale más que lo que no tiene. Es en el momento en que el sujeto se da cuenta, se apercibe que la madre no tiene el falo, es en ese momento que se inaugurará la posible consecuencia sintomática, fobia para unos, penis-neid para otras y no sólo para otras, que el complejo de castración deja su marca.

Oh, Wien, stadt meiner träume!! (Parte XIX)

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Isabel de Wittelsbach. Más conocida por el diminutivo Sissi (nacida Elisabetta Amalia Eugenia von Wittelsbach, Duquesa de Baviera), fue emperatriz de Austria (1854-1898) y reina de Hungría (1867-1898).

Nació en Baviera. Con 16 años Elisabeth acompañó a su madre y a su hermana en un viaje a la residencia de verano de Ischl, donde se esperaba que el Emperador de Austria Francisco Jose se fijase en la mayor de las hermanas. En su lugar, se sintió atraído por la menor de ellas, y es por ello que eligió a Elisabeth.

A Elisabeth las dificultades para adaptarse a la estricta etiqueta española -que todavía se practicaba rígidamente en la corte de Habsburgo-, le resultaban insufribles, no obstante cumplió con su deber monárquico dándole al emperador tres hijos en rápida sucesión: la archiduquesa Sofía muerta a los dos años; la archiduquesa Gisela; el esperado sucesor al trono, el archiduque Rodolfo, príncipe de la corona y la archiduquesa Maria Valeria. Como era costumbre en la corte, se le negó a Elisabeth la crianza de sus hijos, que estuvo a cargo de su suegra y tía, la archiduquesa. Por añadidura, después del nacimiento de Rodolfo el matrimonio comenzó a deteriorarse. Sólo se le permitió criar a su última hija, María Valeria, a la que ella llamaba cariñosamente "mi hija húngara", dado el gran aprecio que le tenía a ese país.

Dotada de gran belleza, se caracterizó por ser una persona rebelde, culta y avanzada para su época: fumaba, hablaba varios idiomas, practicaba la equitación, escribía poesía, cuidaba su figura, le gustaba viajar… Paradójicamente, la mayor parte de su vida permaneció alejada de Viena, debido en parte a los continuos enfrentamientos con su suegra, la archiduquesa Sofía, y más tarde por la muerte de su primogénita Sofía (lo que le llevó a una severa depresión), y el suicidio del príncipe heredero Rodolfo y su amante, una baronesa de la nobleza húngara de nombre Maria Vetsera de diecisiete años de edad.

Sufría una fobia que le provocaba, durante sus breves estancias en Viena, trastornos psicosomáticos como cefaleas, náuseas y depresión nerviosa. La emperatriz se mantuvo siempre que pudo alejada de Viena y de la vida pública. Fue una emperatriz ausente de su Imperio, aunque no por ello menos querida por el pueblo o menos pendiente de los asuntos de Estado. De hecho, fue una de las impulsoras de la coronación de Francisco José como rey de Hungría.

Mujer muy culta, tenía un carácter obsesivo, en especial por su cabello, que era de color rubio obscuro y se lo tintó de castaño para resaltar sus adornos de flores. Estudió griego, para disfrutar de los clásicos, con tal afán que llegó a dominarlo. Estudiaba durante horas y contrató a un lector llamado Cristomanos que durante años le leyó obras clásicas en esta lengua y con el que sostenía charlas en griego, para practicar. Profundamente identificada con la causa húngara, Sissi aprendió con ahínco este idioma hasta dominarlo por completo. Dominaba también el inglés y alemán, circunstancia que aprovechó para leer obras en estas lenguas directamente.

En 1889, la vida de Elisabeth quedó desolada por la muerte de su único hijo, y por tanto del único heredero al trono, el príncipe Rodolfo, de 30 años.

Después de la muerte de Rodolfo, la Emperatriz siguió siendo un icono adondequiera que fuera: un largo vestido negro con botones en la parte superior, una sombrilla blanca hecha de cuero y un abanico marrón que escondía su rostro de miradas curiosas. Sólo unas pocas fotografías se conservan, de fotógrafos con suerte que lograron congelarla en una imagen sin que ella lo advirtiera. La emperatriz, que siempre había estado en extremo preocupada por su belleza y su figura, a partir de la treintena dejó cada vez menos que la retrataran y mucho menos que le hicieran fotos, ocultando su rostro tras sombreros, abanicos y sombrillas, para que nadie la captara en su madurez. Que la Emperatriz Elisabeth visitara a su marido el Emperador en Viena era extraño, pero curiosamente su correspondencia aumentó de frecuencia durante los últimos años, y por aquel entonces la relación entre los emperadores se había convertido en platónica y cariñosa.

En su barco de vapor imperial, llamado Miramar, la Emperatriz recorrió el Mar Mediterráneo, siendo uno de sus lugares favoritos Cap Martin, donde el turismo se había hecho constante a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Pasaría algunas temporadas de verano en la isla de Corfú, donde se construyó un palacio, el "Aquilleón", en honor a Aquiles, uno de sus héroes griegos preferidos. Además, visitó otros países como Portugal, España, Marruecos, Argelia, Malta y Grecia, Turquía y Egipto, ya que los viajes se habían vuelto en algo común en su vida, aunque también en un escape de ella misma.

También visitó la ciudad de Elche, donde bautizó la palmera de siete brazos. Estuvo también en Madeira recuperándose de una supuesta tuberculosis. Sissi padeció trastornos de tipo nervioso como anorexia, depresión, crisis de ansiedad y fobia a la vida pública.

Con el enfermizo objetivo de mantener su peso en 50 kilos y su cintura de tan sólo 47 centímetros, con una altura de 1,72 metros, la Emperatriz inventó sus propias dietas para adelgazar consistentes en jugo de carne y algo de fruta, y en largas caminatas diarias de más de 10 km que agotaban a todas sus damas de compañía, que tenían que ser relevadas al poco tiempo. Como en aquella época los especialistas de nutrición no existían, nadie podía informarle a Isabel que su estado correspondía con el de una enferma bulmaréxica, mezcla de las dos enfermedades nutricionales más extendidas del Occidente actual (bulimia y anorexia). Sus comportamientos obsesivos no hacían efecto sólo en sus hábitos alimenticios, sino también en las ocupaciones diarias, ya que tenía la necesidad de siempre estar en movimiento, de no sentarse, de caminar por largas horas y de montar otras muchas a caballo. El desencadenante principal de esta obsesión para mantenerse bella y delgada empezó por sus primeros tres embarazos de rápida sucesión. Además, la emperatriz no deseaba mantener relaciones con su marido.

Los alimentos principales de la Emperatriz eran carne de ternera, pollo, venado y perdiz; carne fría, sangre de buey cruda, tortas, helado y leche, prescindiendo de verduras y frutas, a excepción de naranjas. Sin embargo, era muy extraño que demostrara su apetito enfrente a cualquier persona. Dicen que cuando Sissi se comprometía con el Emperador, la madre de éste, la Archiduquesa Sofía la descubría con horror que tenía dientes amarillos y eso fue el motivo de la primera crítica de la suegra hacia la futura esposa de Francisco José. Con el tiempo la Emperatriz perdió progresivamente los dientes debido a su mal cuidado y falta de aseo. Por esa razón, evitó sonreír a boca abierta frente a la corte y al público en general por esa falta de dientes que la acomplejó durante sus últimos años.

Desde los 44 años sufrió casi todo el tiempo dolores de ciática y en las piernas, acumulación de líquidos. No le ayudaron sus visitas a los balnearios que frecuentaba, aunque el médico Georg Metzger, probablemente ayudado por la psiquiatría, logró cambiar sus manías nutritivas.

Murió a los 61 años asesinada por el energúmeno-anarquista italiano Lucheni, que la confundió con una condesa.

Siempre y para siempre Sissi será la “extraña mujer” de la corte vienesa.

Servus.

El significante fálico en la puntada

Vamos a ver pues los efectos de la presencia del significante fálico:

1. La desviación de las necesidades del hombre, por un hecho concreto y fundamental, el hecho de que habla, es hablado en la cadena del discurso, entonces pues tenemos que sus necesidades están sujetas a la demanda. ¿Por qué? Porque están vehiculizadas en el discurso de tal manera, que demandar a un otro hace que éste lo reciba, el sujeto que plantea la demanda, de manera invertida.

Acordémonos del esquema Lambda y grafo de deseo, su segundo piso:

Puntada3

Esto que decimos es nuevo con respecto a la teoría freudiana, pues no se trata de que el sujeto esté en dependencia real, entendiendo por tal la concepción parásita que le llama Lacan, de la dependencia en las neurosis. Hay que entender que si ocurre esto a nivel de la conformación significante es porque el mensaje es emitido desde el lugar del Otro (A), o sea, desde el lugar del código.

Lacan nos recuerda que lo que se encuentra enajenado en las necesidades, constituye una Urverdrängnung (represión originaria), que no puede articularse en la demanda, pero que aparece en su retoño que es lo que se presenta en el hombre como su deseo. Por eso se dice que el deseo es el representante de la pulsión... un derivado –no más– que intenta alcanzar un objeto que no le es específico, porque el deseo no tiene objeto.

El deseo tiene un carácter desviado, errático, dice Lacan, incluso escandaloso, de lo cual se le distingue claramente de la necesidad. La necesidad es muy decente. Hay que centrar pues el interés a nivel de la demanda, cuyas características quedan definidas aunque sólo por aproximación en la noción de frustración, noción que Freud no empleó nunca jamás.

Recordaremos qué es la frustración, y sabemos que, por definición, es la falta imaginaria de un objeto real. La demanda siempre se refiere a otras cosas que a las satisfacciones que reclama. Es demanda de una presencia o una ausencia. ¿Por qué? Pues se pide lo que está ahí delante y al mismo tiempo se pide más allá de lo dicho. Esto se ve claramente en la relación dual del primer tiempo del Edipo, en la relación primordial con la madre. De tal manera se articula la relación, que aparece un Otro grande del cual la madre, como dice Lacan, está preñada.

Aparece ahí un privilegio constitutivo del Otro, el cual puede satisfacer las necesidades. Ese privilegio del Otro dibuja así la forma radical del Don, de lo que no tiene, o sea, de eso que se llama amor. Así pues se conforma poco a poco el deseo, como aquello que no es necesidad (ejemplo: satisfacer el apetito). Si demanda, la demanda en última instancia es demanda de amor. El deseo es pues la diferencia que resulta de la sustracción de la primera a la segunda, su escisión aparecería a través de la operación de la Spaltung del sujeto.

¿Qué es lo que se juega en el campo que ya hemos nombrado del deseo? Se juega la relación sexual. ¿Por qué? Porque ese campo del deseo le viene como anillo al dedo, que ni pintado, que se diría coloquialmente. Al hecho que permite la producción de un enigma, suerte de jeroglífico que esa relación sexual provoca en el sujeto al darle a este una doble significación, por un lado retorno de la demanda, es decir, demanda que inviste de vuelta al sujeto con el disfraz de la necesidad y ambigüedad, un no sé qué en el Otro, que siempre a cada encontronazo nuevo, se encuentra en tela de juicio por la vía de una prueba de amor demandada.

¿Qué ocurre pues en eso que se llama relación sexual, eso que no deja nunca satisfecho del todo a nadie, porque de dejarlo saciado no retornaría? Pues lo que ocurre es que el sujeto, lo mismo que el Otro, no se bastan con el cuento de ser sujetos de la necesidad, ni siquiera en la propia exhibición de ser objetos de amor, deben pues ocupar el lugar causa del deseo, lo cual coloca al sujeto en una posición bastante incómoda, difícil de sentarse allí.

Lacan comenta que remitirse a la virtud de lo genital y al mecanismo de la maduración de la ternura, llevarían al sujeto a una cierta felicidad. Pues bien, esto es una estafa.

El hombre, vista la posición que ocupa en esa relación, no puede aspirar a ser íntegro, personalidad total que dirían los que se dedican a las psicoterapias. ¿Por qué? porque está destinado como sujeto del inconsciente al juego de condensación y desplazamiento; está destinado como sujeto hablante al juego de la metáfora y metonimia, lo cual marca su función de sujeto con respecto al significante, de una suerte que a cada pregunta que formulara a un otro que no fuere del semblante, éste debería contestarle invariablemente lo mismo, ¿por qué? porque el mensaje que enviara ese sujeto, no sería reconocido por él, más que en una operación de sustracción, en la cual quedaría preso, como las dos caras de una moneda, ignorantes de que la otra existe, a no ser que se reafirme la existencia de la misma por la afirmación de un no está y al revés.

El falo es el significante privilegiado del funcionamiento del sujeto con lo que habla, la palabra se une a lo que se concretiza del deseo en el sujeto que habla, y que al hablar formula de forma desiderativa.

Afirmar, como lo hace Jacques Lacan, que el falo es lo sobresaliente de lo que puede captarse en lo real de la copulación sexual, o que es, por su urgencia, la imagen del flujo vital en cuanto pasa a la generación, son maneras de decir que el falo sólo puede desempeñar su papel velado, es decir, como signo él mismo de la latencia de que adolece todo significable, es decir de su cojera estructural; por cuanto ni está nunca donde se lo espera, ni falta allí donde no está, desde el momento en que es elevado (aufgehoben), a la función de significante.

El falo: conclusiones

El falo es el significante de ese levantamiento mismo que inicia por su desaparición. Es pues, este falo el significante que cae sobre el significado, marcándole. Así es como se produce una condición de complementariedad, en la instauración del sujeto por el significante. Es decir, la Spaltung.

A saber:

  1. El sujeto sólo designa un ser poniendo una barra en todo lo que significa . Es decir, da significados a los significantes, lo cual lo convierte en un sujeto en busca del deseo.
  2. Lo que está vivo de ese ser en lo reprimido originario, encuentra su significante por recibir la marca de la represión del falo, del significante fálico. (Gracias a lo cual el inconsciente es lenguaje. En las psicosis no hay Urver-dräungnung, no hay represión originaria de ese significante fálico . Hay Verwerfung, o sea, repudio).

¿Dónde tiene acceso el sujeto al falo? Pues en el lugar del Otro, en tanto en cuanto ese es el lugar de los significantes. Pero allí, en el Otro grande, el falo está velado, está y no está, es presencia y ausencia, es razón del deseo del Otro, única manera que tiene el sujeto para preguntarse por su deseo, pues el deseo es siempre deseo del Otro.

Es ese deseo del Otro como tal, lo que al sujeto se le impone reconocer, es decir, el Otro. Pues el deseo del Otro hace referencia al propio sujeto, por tanto un otro pequeño, en cuanto que es el mismo sujeto dividido de la Spaltung, de la escisión del significante.

Que el falo tiene función significante es algo que no escapa a la clínica, he ahí el hecho kleiniano en el que el niño aprehende que la madre contiene, en cursiva, el falo. Pero donde se ordena el desarrollo de lo que venimos diciendo, tiene lugar en la dialéctica de la demanda de amor. (No sé si lo he dicho, pero no vamos a hablar de amor). La demanda de amor padece de un deseo, cuyo significante le es extraño, ajeno, pues si el deseo de la madre es el falo, el niño quiere ser el falo para satisfacer el deseo de la madre.

La división inmanente al deseo se hace sentir por obra y gracia del intento del sujeto de presentar al Otro, lo que puede tener de real que corresponda al falo, pues lo que tiene no vale más que lo que no tiene. Es en el momento en que el sujeto se da cuenta, se apercibe que la madre no tiene el falo, es en ese momento que se inaugurará la posible consecuencia sintomática, fobia para unos, penis-neid para otras y no sólo para otras, que el complejo de castración deja su marca.

El futuro del sujeto dependerá, como ya vimos en el complejo de Edipo, de la manera en que el padre introduzca la Ley. Pero ¿Cómo se juega entre los sexos las relaciones en función del falo? Siempre girarán en un ser o tener, que son un ser y tener que se refieren a un significante, y que por ese motivo tienen, como dicen Lacan, efecto contrariado, al dar por una parte realidad al sujeto en ese significante –de ahí se puede coger– y por otra parte, condenar al sujeto a la irrealización de las relaciones que pueden significarle –resbalan en el vacío, un no hay–.

Todo esto, lo venimos diciendo desde hace rato, tiene sus efectos a nivel de la relación entre los dos sexos, vaya que sí, en una suerte de comedia. Porque la mujer rechazará una parte de la feminidad para ser el falo, es decir el significante del deseo del Otro grande. Al no serlo (el falo) es por lo que pretende ser deseada al mismo tiempo que amada. Pero ¿y ella? ¿Dónde encuentra el significante de su deseo, de su propio deseo? Pues es muy sencillo, lo encuentra en el cuerpo de aquel a quien se dirige su demanda de amor, es por esta función significante, que el órgano que queda revestido de esta función, toma valor de fetiche: El pene. ¿Qué resultado tiene para la mujer todo esto? Pues se ve en la frigidez, que es ausencia de satisfacción propia de la necesidad y que las mujeres toleran bien, mientras que la represión inherente al deseo es menor que en el hombre[1], hay menor represión en la mujer.

Si el hombre encuentra cómo satisfacer su demanda de amor en la relación con la mujer, por el hecho de que ella en el amor –por obra del significante fálico– da lo que no tiene, eso hará que el hombre busque otra mujer, otra y otra, que pueda significar ese falo a títulos diversos, ya sea como virgen, ya sea como prostituta. El colmo santa y puta, eso es lo que se busca para preservarlo. Todo ello hace que en el caso del hombre la impotencia se viva fatal, y que al mismo tiempo la represión sea mayor.

Con respecto a la homosexualidad masculina, se constituye, como marca fálica del deseo, tener el falo, el falo de Otro se entiende, mientras que la homosexualidad femenina se orienta en una decepción que refuerza la vertiente de la demanda de amor. Todo ello nos lleva a que aparezca la curiosa consecuencia de que la ostentación viril, ser muy macho, sea una ostentación femenina.

Sé entrevé pues lo dicho por Freud, a saber: qué no hay más qué una libido y ésta es de naturaleza masculina. La función del significante fálico, desembocará aquí en su relación más profunda, aquella por la cual los antiguos encarnaban en él la inteligencia y la palabra.


[1] Jacques Lacan, La significación del falo, Escritos 2, México, Siglo XXI, 1989, p. 674.

Oh, Wien, stadt meiner träume!! (Parte XVIII)

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Les confieso que cuando voy a Viena lo primero que hago es comprar, rápidamente, un ramo de rosas rojas, y lo llevo como ofrenda al mausoleo del Emperador Francisco José. Cumplido este ritual quedo libre para disfrutar de la ciudad de mis sueños.

De hecho, hoy les hablaré del Káiser Francisco José, quizá el ultimo padre de Europa antes de la debacle de las dos guerras mundiales, la división del continente, y la posterior y tortuosa unificación europea que -parece ser- está en proceso. Al menos yo así lo espero.

Francisco José de Habsburgo-Lorena nació en el palacio de Schoenbrunn, en Viena, y a la edad de 18 años accedió al trono Imperial Austriaco, siendo coronado como:

Káiser (Emperador) de Austria; rey apostólico de Hungría; rey de Bohemia, de Dalmacia, de Galitzia y Lodomeria, de Croacia y de Iliria; rey de Jerusalén; archiduque de Austria; Gran Duque de Toscana y de Cracovia; duque de Lorena, de Salzburgo, de Estiria, de Carintia, de Krajina y de Bucovina, de la Alta y la Baja Silesia, de Módena, Parma, Piacenza y Guastalla, de Auschwitz y de Zator, de Ciesyn, Fruili, Ragusa y Zara; conde de Habsburgo y del Tirol, de Kyburg, Gorizia y Gradisca, de Hohenembs, Feldkirch, Bregenz y Sonnenberg; gran príncipe de Transilvania-Siebenbürgen, príncipe de Trento y Bressanona; margrave de Moravia, de la Alta y la Baja Lusacia y de Istria; señor de Trieste y Cattaro, gran voivoda de la voivodía de Serbia, y un largo etcétera con el que no quiero cansar al lector.

Kaiser Franz Josef Nacido en 1830, sucedió a su tío Fernando -un retrasado mental afable e ineficaz- para regir el Imperio. Francisco José era hijo del archiduque Francisco Carlos, hijo a su vez del último Emperador del Sacro Romano Imperio Alemán y de la Princesa Sofía, de la casa Wittelsbach de Baviera. Sus padres eran, por tanto, primos hermanos.

Francisco José I contrajo nupcias con su prima Elisabeth Wittelsbach a la que conoció en el balneario de Ischl. Todo el mundo la conoce como Sïssi. Me permitirán no extenderme en esta desgraciada unión, pues ya les hablaré de esta “extraña mujer” en un artículo aparte.

El Káiser tuvo con Sissi cuatro hijos: Sophie, muerta prematuramente, Gisela, princesa de Baviera, Rodolfo, Príncipe de la corona y heredero de Austria-Hungría, y María Valeria, archiduquesa de Austria-Toscana, conocida gracias a las malas lenguas de la corte como “la única” o “la húngara”, cuando la criatura era el vivo retrato de su Padre.

Francisco José era un idealista, transformó la ciudad de Viena de arriba abajo, creó o fomentó los proyectos para seguir manteniendo la ciudad como buque insignia de su imperio y murió, allí donde había nacido, en el Palacio de Schoenbrunn en noviembre de 1916, dejando la primera Guerra Mundial empantanada.

Como no creo que realizar un panegírico sea mi función, solo les diré que una vez por semana despachaba en el palacio Hofburg de Viena de cara al pueblo, cosa que en estos tiempos de crisis debería servir de modelo a las monarquías y chuparquías que aún resisten en esta Europa del siglo XXI.

Quizá lo más llamativo del Soberano fuese la serie de desgracias familiares que le acontecieron. Su vida familiar fue terrible, el Káiser Francisco José perdió violentamente a su hijo, el Archiduque Rodolfo, que dicen que se suicidó por un desengaño pasional en medio de una crisis depresiva; eso sí, arrastrando en su suicidio a la Baronesa María Vetsera de diecisiete años. Por añadidura, el Káiser perdió a su esposa, la Emperatriz Sissi, apuñalada por un energúmeno que la confundió con una Condesa.

Francisco José tuvo tres hermanos, ninguno de los cuales acabó bien. El primero, Maximiliano, fue entronizado como Emperador de México por los franceses -contra la voluntad del propio francisco José-. Excuso decir que fue fusilado cuando el ejército francés empezó a sufrir derrotas ante las guerrillas mexicanas.

El segundo hermano del Emperador, Carlos Luis, católico hasta la medula, bebió agua del Jordán en una peregrinación a Tierra Santa, muriendo de tifus.

Con respecto al hermano menor, Luis Víctor, apodado “el archiduque de los urinarios”, fue enviado lejos de Viena tras ser sorprendido manteniendo relaciones sexuales con un menor de edad en un baño público.

Ni qué decir tiene que la cuestión sucesoria fue más complicada que un culebrón venezolano. Al KaiserFranzJoseph morir el archiduque Rodolfo sin hijos varones, y al morir Carlos Luis, la sucesión recayó en Francisco Fernando, hijo del anterior, que cabezón como era se casó morganáticamente, es decir, con alguien inferior en rango, cosa impensable para la monarquía danubiana finisecular.

La interfecta fue Sophie, condesa Chotek, de la rancia aristocracia checa. Lo que quizás el público en general no sepa es que aunque no hubieran muerto en el atentado de Sarajevo, sus hijos estaban apartados por ley dinástica del trono.

En realidad, y para hacer honor a la verdad, el Imperio Austro-Húngaro duró lo que el reinado de Francisco José I, es decir: sesenta y ocho años. De 1916 a 1919 la tragicomedia fue el preludio de la Finis Austria o, como decía acertadamente el escritor Robert Musil, el “fin de Kakania”.

Me resulta doloroso mostrar los hechos tal cual fueron, pero no puedo engañarles con una historia cuyo cielo no fue de caramelo. Eso es propio de películas confitadas.

El mérito supremo de que todo funcionara fue del Káiser Francisco José, Señor dominador del Caos en el que siempre estuvo envuelto.

Es por todo ello que, con todo mi respeto y cariño, este articulo se lo dedico a mi idolatrado Señor Francisco José I, Señor de los dos mundos desde que se mudó a su panteón en la Cripta de los Capuchinos.

Servus.

Post Data.: las fotografías son del Káiser a los cuarenta y a los ochenta y cinco años respectivamente.

La puntada

Vamos ahora a refrescar todo lo que ustedes han aprendido hasta ahora, y lo vamos a hacer en función del esquema Lambda y del grafo del deseo. Veamos cómo, de manera esquemática, el Ello habla en el Otro. Pues bien, una pregunta: ¿dónde habla el Ello? Veamos:

1. Dibujemos la puntada.

Puntada

2. Lugar del código, lugar del tesoro de los significantes, o sea, lugar donde está la lengua que sirve de vehículo al sujeto. Por tanto, lugar del código, lugar de la lengua, el orden simbólico, lugar entonces del Gran Otro.

Puntada2

Con respecto a la Spaltung, ya sabemos que es la división que se opera en el sujeto y que deja dos órdenes: el inconsciente por un lado, y el sujeto hablante por otro. Ya sabemos que la Spaltung se debe al hecho de que el discurso mediatiza al sujeto. Nos dice Lacan: el falo se esclarece por su función, no por su naturaleza, en una forma de acercarse al mismo sin aprehenderlo, se esclarece por su función, para hacernos entender, se lee por los signos, por las marcas que él mismo deja, por sus huellas, así como los psicoanalistas sabemos del conflicto psíquico, por las huellas que parecen en el sujeto y en su discurso, es decir en los síntomas, como retorno de lo reprimido, así sabemos del falo, por sus efectos, por su función en la vida del sujeto.

Si recordamos los tres registros, en los que Lacan sitúa su punto de vista estructural:

  1. Que el falo no es imaginario, pues no es una fantasía en el sentido freudiano del término. Tampoco es un objeto, kleiniano o abrahamniano, objeto parcial, bueno, malo, etc., en la medida en que por objeto se entiende aquello que es trueque o moneda de cambio en una relación, eso que llamamos relación sexual.
  2. Que el falo no es de ninguna manera un objeto real, pene o clítoris, que en cambio sí simboliza a los mismos, a la manera de los antiguos y sus cultos.
  3. Que el falo es el orden simbólico. Porque el falo es un significante, pues es el significante que designará a los efectos de significado. O lo que es lo mismo, el significante fálico, que es este falo del que hablamos, condiciona los efectos del significado y por tanto atendiendo a que el sujeto lee en su existencia es hablado. El significante tendrá, por obra de esa operación, supremacía absoluta en el origen y estructura del sujeto.

Selección y combinación

5. Los dos ejes fundamentales del lenguaje

Hablar implica dos operaciones fundamentales: la selección de ciertas unidades lingüísticas y la combinación de éstas, de manera cada vez más completa.

La selección

Es la elección de un término entre otros posibles. Envuelve la posibilidad de una sustitución de un término por otro, sobre la base de cualquier semejante, dado el número de asociaciones que puede hacerse entre las palabras.

Ferdinand de Saussure decía que las unidades lingüísticas que se asociaban fuera del discurso, o sea, cuando se almacenaban en la memoria, lo hacían por distintas relaciones de tipo asociativo. Ejemplo:

Semejanza

La combinación

Hace referencia a la idea de vínculo, de contexto, de unión, de enlace. Cada unidad lingüística sirve de contexto en una unidad más compleja. La combinación de signos tiene por soporte la extensión, lo que resulta claro en la cadena hablada, donde dos elementos no pueden ser pronunciados al mismo tiempo y donde cada término toma su valor de lo que precede y de lo que le sigue.

En la cadena del habla, o sea, en la combinación, los términos están unidos in praesentia, por el contrario en la selección, están unidos in absentia. Ejemplo: lectura vertical de un menú completo (o sea, desde el primer plato hasta el café):

Contiguidad

1. De contigüidad: (A1, B1, C1, D1) Primer plato, segundo plato, tercer plato, postre.

2. De semejanza: (A1, A2, A3, A4) Primer plato, otro primer plato, otro primer plato…

En el primer caso es la lectura de un menú de arriba abajo, en el segundo es la lectura de la diversidad de los primeros platos.

La significación del falo (y III)

ParejaFreud centraba la evolución sexual de la niña y el niño sobre el complejo de castración y la primacía del falo, Jones por su parte intenta descubrir la evolución de la niña en forma más específica, haciendo recaer el acento en una sexualidad que tiene unas metas y su actividad es propia. Resumiendo, según Jones, la afánisis está latente bajo el complejo de castración y punto.

Entonces Lacan, partiendo de las referencia s a Freud, lo que hace es realmente una declaración de intenciones, una declaración programática. Para ello habla de su enseñanza y de los resultados a los que le ha conducido, refiriéndose en primer lugar a la lingüística estructural, que Freud no conoció pues nunca llegó á leer los trabajos de Ferdinand de Saussure.

Es por ello que habla de significante y significado, es más, habla de significante en cuánto este término se opone al de significado. Pues bien, aunque Freud no conociese la lingüística de Saussure, le da a la oposición entre el significante y el significado el alcance en el que hay que entenderlo. A saber: que el significante tiene función activa en la determinación de los efectos, en que lo significable aparece como sufriendo una marca, convirtiéndose por medio de esa posición, en su marca. ¿Qué significa todo esto? algo muy sencillo: Lacan le da la preeminencia absoluta al significante y no al significado, que al fin y al cabo es aleatorio.

Entonces dice Lacan: el significante, debido a los efectos que produce, se convierte en una nueva dimensión, en cuanto que no es únicamente el hombre el que habla, el que habla a palabra vacía, el que habla a pura pérdida, el que se sumerge en el molino de palabras, en definitiva, el que parlotea, sino que en el hombre y por el hombre ELLO habla. Habla, Das Es, habla el inconsciente, que ya hemos dicho muchas veces que está estructurado como un lenguaje. Ello habla en el hombre, pues, y por tanto cuando se habla se dice más, más allá, de lo que se quiere decir.

Lacan nos recuerda que siendo esto así, las consecuencias del descubrimiento del inconsciente no han sido ni siquiera entrevistas aún en el orden teórico, aunque en la práctica la cosa toma otros visos... Se trata pues, como dice Lacan, de buscar y por ende encontrar en las leyes que rigen el inconsciente, esa otra escena, Eine Andere Schauplatz que diría Freud, unos efectos, los efectos que se descubren por la vía del lapsus, del sueño, del discurso que no se reconoce, los efectos que se descubren, decimos al nivel de la cadena de elementos que constituye el lenguaje.

Efectos determinados por un doble juego de combinación y sustitución en el significante, según las dos vertientes generadoras del significado que constituyen la metonimia y la metáfora. Efectos determinantes para la institución del sujeto.

Bien, acabamos de decir según las dos vertientes generadoras del significado, que constituyen la metonimia y la metáfora, ¿Qué quiere esto decir? que la combinación y la sustitución en el significante generará un efecto a nivel de significado, que será el que veremos en los dos tropos de estilo mencionados, metáfora y metonimia.

¿Por qué son efectos determinantes para la institución del sujeto? Pues porque durante el complejo de Edipo advendrá, si hay fortuna, una metáfora del nombre del padre, y porque, y es sólo un ejemplo, un síntoma es una metáfora, un chiste es un proceso metafórico y metonímico y una fobia sufre un desplazamiento, lo cual es equivalente a decir que el proceso metonímico se anuncia a bombo y platillo.

Hemos hablado de combinación y de sustitución: la sustitución hace referencia a la metáfora, a la semejanza, a la oposición, al paradigma, y pertenecen al eje de la selección. La combinación hace referencia al contexto, a los contrastes a la contigüidad, a la metonimia y por tanto al habla, o sea, a la palabra. Es así como se agrupan esos dos grandes ejes combinación y sustitución[1].

Daré un esquema sobre la combinación y la sustitución, para que con tiempo sea leído en privado. Sólo con tener una cierta idea es suficiente, es decir con comprender aunque sea aproximadamente estas dos operaciones fundamentales.


[1] Anika Rifflet-Lemaire, Lacan, México, Hernies, 1981, pp. 67, 68.

La significación del falo (II)

Castración Lacan no habla de la primacía del falo hasta después de ar­ticular los tres registros, o sea, real, simbólico e imaginario. La primacía del falo como emblema de lo humano es necesaria para sostener la preeminencia del padre como padre, puesto que el padre al que se refiere Lacan, es el padre o representante de la cultura y de la ley, único acceso al lenguaje, porque detenta el falo que como ya os dije puede dar o rehusar dar.

El artículo escrito por Lacan, comienza diciendo: es sabido que el complejo de castración inconsciente tiene una función de nudo[1].

Se trata de un complejo centrado en torno a la $ de castración, la cual de alguna manera responde a la pregunta que hace el niño con respecto a la diferencia sexual, que siempre viene resumida en un hay o no hay pene. Acordémonos que la diferencia, desde el punto de vista de los niños, se debe al cercenamiento del pene en las niñas.

Los efectos del complejo de castración son diferentes en el niño y en la niña. El niño vive la castración como una amenaza paterna en respuesta a sus actividades sexuales, y esto le provoca una intensa angustia, angustia que es por supuesto angustia de castración.

En la niña la ausencia de pene es sentida como un perjuicio sufrido que intenta negar, compensar o reparar. Hay una íntima relación entre el complejo de castración y el Edipo, sobretodo en la parte prohibitiva y normativa del Edipo. Esto lo podemos ver en el artículo de 1908, Teorías infantiles sexuales o el artículo de 1923, Organización sexual infantil.

Pues bien, si el complejo de castración tiene función de nudo, o sea, es fundamental en la estructuración de los síntomas, desde el punto de vista del síntoma como formación simbólica, también es fundamental este complejo de castración en el advenimiento del orden inconsciente. Evidentemente lo acabamos de ver. Si no hay huella de la castración, mal asunto a nivel de esa estructura segunda que es el inconsciente.

Se pregunta Lacan algo que, por evidente en el psicoanálisis, antes no fue tratado, ¿por qué el hombre asume su posición sólo ante la amenaza de castración o privación? Parece una contradicción, pero se ajusta al refrán la letra con sangre entra.

Freud en El malestar en la cultura llegó a sugerir un desarreglo esencial de la sexualidad humana, y en el artículo Análisis terminable e interminable hace referencia a la irreductibilidad a todo análisis finito de las secuelas que resultan del complejo de castración en el inconsciente masculino, y del penis-neid, o sea, envidia del pene en la mujer.

Lacan nos recuerda que existe un nexo de unión entre el asesinato del padre de la horda primitiva y el pacto de la ley primordial, que pasa por la castración y el castigo del incesto. Todo ello nos lleva a afirmar que sólo desde la base de los hechos clínicos puede ser fecunda la discusión.

Hay pues una dialéctica, una relación del sujeto con el falo que es independiente de los sexos, lo cual nos lleva a intentar comprender una situación especialmente espinosa con respecto a la mujer, pues:

  • a) ¿Por qué la niña se considera castrada, privada de falo, de pene y encima por la operación de alguien, que es primero la madre y después el padre?
  • b) ¿Por qué en los dos sexos la madre está considerada como provista de falo, como madre fálica?
  • c) ¿Por qué la significación de la castración imaginaria, no se hace sentir con respecto a los síntomas, sino después del descubrimiento de que la madre está castrada?
  • d) ¿Por qué en la fase fálica el goce masturbatorio se localiza en el varón en el pene y en la mujer en el clítoris, dejando hasta terminado el Edipo, toda localización instintual de la vagina fuera de campo?

Nos dice Lacan que algunos psicoanalistas teóricos consideraron la fase fálica como efecto de una represión, y la función del objeto fálico como un síntoma. (Leer punto a.)

En este punto Lacan afirma que Jones (psicoanalista y biógrafo de Freud) es incapaz de reconocer el término que dará su clave al problema que plantea la relación de castración y deseo. Lacan refiere al concepto de afánisis ¿Qué es afánisis? Este concepto, que introdujo Ernest Jones, significa desaparición del deseo sexual. Según Jones, tanto en un sexo como en el otro, la afánisis sería objeto de un miedo aún más fundamental que el miedo a la castración. Jones introdujo este concepto en el marco de sus investigaciones acerca de la sexualidad femenina.


[1] Jacques Lacan. La significación del falo, Escritos 2, México. Siglo XXI, 1989. p. 665.

La significación del falo (I)

Este artículo que os presento está dedicado al bachiller Mario Iván, residente en Morelia, México, pues tengo entendido que nos visita con cierta frecuencia. Estoy seguro de que su abuelo, Don Napoleón, estará orgulloso de él. Así lo espero.Falo

Vamos a detenernos en el capítulo de Lacan llamado la significación del falo, pero antes haremos un brevísimo recorrido a través de este concepto. ¿Qué es falo?

Como dice el Diccionario Laplanche-Pontalis, en la antigüedad grecorromana: la representación figurada del órgano masculino. Freud sólo en contadas ocasiones hace referencia al falo, normalmente habla de fase fálica o de lo fálico.

La alternativa que se ofrece al sujeto en la fase fálica es tener el falo o estar castrado. Aquí se aprecia una cosa importantísima, y es que la oposición no es entre los términos pene y vagina, sino que la oposición se establece entre la presencia o la ausencia de un sólo término. Existe pues una primacía de falo en ambos sexos. El falo es un símbolo, por lo que no es reductible al órgano anatómico, al pene.

Lacan vuelve en su famoso retorno a Freud, a centrar la teoría psicoanalítica en torno a la noción de falo como significante del deseo. De tal manera que el complejo de Edipo, tal y como lo reformula Lacan, consistiría en una dialéctica en la que las principales alternativas son: ser o no ser el falo, tenerlo o no tenerlo, y cuyos tres tiempos están centrados en el lugar que ocupa el falo en el deseo de los tres protagonistas.

La significación del falo se trata de un artículo que Lacan preparó para una conferencia que dio en el instituto Max-Planck de Munich, por invitación del profesor Matussek. Según dice el mismo Lacan la conferencia tuvo “efectos inauditos” por algunos términos que extrajo de la obra de Freud con tal de intentar especificar la función y sentido del falo en psicoanálisis.

Lo que presenta Lacan en este artículo es como si estuviéramos ante una alternativa: o la madre o el padre. La madre sería la condenación a la dependencia de la demanda, el padre es el acceso al deseo y por tanto se puede decir que es una especie de salvación. Si el padre es la salvación y debe ser preferido a la madre, es porque él es el origen y representante de la cultura y de la ley, y porque detenta el falo que puede dar o rehusar. Hemos hablado de demanda y de deseo… ¿qué es eso?, ¿qué diferencia hay? Podemos decir que la concepción lacaniana de demanda y deseo es diferente a la concepción de Freud sobre el asunto. En Freud el deseo está ligado a la reproducción de signos que ha acompañado las primeras experiencias de satisfacción. Desde el punto de vista de Lacan, la necesidad apunta a un objeto específico y se satisface con él.

La demanda es formulada y se dirige a otro, la demanda será pues el orden del habla y de la dependencia del otro, es por eso que Lacan dirá que la demanda es en el fondo demanda de amor. El deseo decía Lacan que es irreductible a la necesidad. ¿Por qué dice esto? Porque no hay en su principio relación con un objeto real –independientemente del sujeto– sino con su fantasma. El deseo es irreductible a la demanda porque intenta ser reconocido absolutamente sin importarle lo inconsciente y el lenguaje del otro.

Estamos en que el padre puede dar o rehusar dar el falo. Definiciones de falo: el falo es el significante de los significantes, el falo es el significante privilegiado, la preeminencia que da Lacan al falo se debe a la afirmación de Freud de que no hay más que una libido y ésta es de naturaleza masculina, por eso en la famosa frase no hay relación sexual entre los sexos, quiere decir que no hay proporción sexual, es en ese sentido que Lacan dice que un sexo vale por dos.