Oh, Wien, stadt meiner träume! (Parte XXIII)

Una semana más y otro trocito de Viena, en este caso una breve presentación del hotel en el que nos hospedamos. Para más información sobre este icónico edificio (mundialmente conocido por la elaboración de la tarta Sacher, que lleva su nombre), les invito a pasar por su página web.

Esperon que disfruten del -digamos caluroso- vídeo.
Recordarles que está también disponible en alta definición (para ordenadores potentes), y que cuenta con una opción de subtítulos. Servus.

Oh, Wien, stadt meiner träume! (Parte XXII)

Antes de nada, avisar que el que suscribe es Gerardo. Me veo en la obligación de ser yo quién dé la cara ante la injustificable demora en los videos de Viena (Valentín ha sido todo lo persistente que ha podido, mis nervios dan fe de ello). El retraso se ha debido a que las fuentes de los vídeos fueron grabadas en alta resolución, y para procesarlas de cara al Youtube he tenido que hacer auténticas filigranas. Por cierto, las fuentes en resolución más alta son accesibles desde la propia ventana de visualización, si su ordenador y su conexión lo permite, no duden en activar la opción HD.
Poco a poco me comprometo a ir colgando otras tomas. Espero que las disfruten. Cedo la palabra al maestro:

Oh, Wien, stadt meiner träume! (Parte XXI)

Kirche am Steinhof 01

Llegó el día y -¡por fin!- nos fuimos a Viena; vía Múnich, pero fuimos los últimos días de enero y el primero de febrero. Sorpresas en principio ninguna, a poco que uno rasque y empiece a buscar recorridos alternativos a los que nos propone la oficina de turismo de Austria.

Reconozco que tener un buen dominio de las calles y monumentos es la mejor ayuda a la hora de encontrar pequeñas excursiones, sin tener que adentrarse en ningún gélido bosque de los que envuelven a la ciudad.

Confieso que al principio, encontrándonos con la ciudad nevada, se me ocurrió hacer un reportaje de Mayerling y su pabellón de caza. Hubiese sido en todo caso una distorsión de la realidad, pues caí en la cuenta de la cantidad de cosas realmente interesantes que quedaban por ver y por filmar de esta ciudad.

Así que partimos con nuestra cámara de alta definición e hicimos un recorrido -a veces serio y a veces humorístico- en el que filmar casas y cosas realmente interesantes y alejadas de Sissi y su romanticismo decimonónico nos pareció esencial.

Tan es así que descubrimos y filmamos tanto la villa Wagner I como la II, y subimos al punto más alto de la ciudad en el monte Kahlenberg -especie de Tibidabo- donde la única atracción es el monte en sí y la privilegiada perspectiva que tiene sobre la ciudad.

Suponemos, porque al vivir en el mediterráneo no tenemos la certeza, que iremos subiendo fragmentos de nuestras filmaciones, como el complejo de edificios del psiquiátrico de Penzing, donde se encuentra la maravillosa iglesia Kirche am Steinhof.

Kirche am Steinhof 02 Así mismo verán la crudeza del invierno en la Plaza de los Héroes, que invita a todo menos a estar allí en ese momento, pues a diez o doce bajo cero con viento lo único que desea uno es meterse en una cafetería –llamada allí Café- y esperar mejor tiempo.

Pero nosotros habíamos ido a lo que fuimos y sacamos fuerzas de nuestro sueño vienés, estableciendo un horario espartano que consistió en levantarnos a las 7 de la mañana (2 horas después que los parroquianos) salir a hacer recorridos, comer a las trece horas, dormir una siesta de 16:00 a 17:30 y seguir la marcha, aprovechando que cuando nieva hace menos frío.

Lo peor del viaje, quizás y a mi manera de entender, el volver tan pronto a Valencia, pero ya se sabe, un forofo es un forofo.

Quisimos impregnarnos tanto del ambiente vienés que elegimos el Hotel Sacher, de tal manera que cuando en algún restaurante de nuestra querida Valencia me preguntan si deseo de postre tarta Sacher declino la proposición no sin esbozar cierta sonrisa irónica.

Hemos hecho tanto en tan poco tiempo, que sólo he podido reconfirmar por enésima vez que Viena -solo Viena- es la ciudad de mis sueños. ¿Saben ustedes por qué? Porque hay una Viena para cada uno.

Auf Wiedersehen.

Servus.

La familia (V). El drama de los celos. El yo y el otro.

Celos El Yo se constituye al mismo tiempo que el otro en el drama de los celos. Para el sujeto se produce una discordancia que interviene en la satisfacción espectacular, ello implica la introducción de un objeto tercero que reemplaza a la confusión afectiva y a la ambigüedad especular mediante la concurrencia de una situación triangular. De ese modo, apresado en los celos por identificación, el sujeto llega a una nueva alternativa en la que se juega el destino de la realidad: el de reencontrar el objeto materno y aferrarse al rechazo de lo real y a la destrucción del otro. Al mismo tiempo, sin embargo, reconoce al otro con el que se compromete la lucha o el contrato.

El Yo así concebido no alcanza antes de los tres años su constitución esencial, el papel traumático del hermano en el sentido neutro está constituido así por su intrusión. La intrusión se origina en el recién llegado y afecta al ocupante, la reacción del ocupante ante el trauma depende de su desarrollo psíquico. Sorprendido por el intruso en el desamparo del destete, lo reactiva constantemente al verlo: realiza entonces una regresión que, según los destinos del Yo, será una psicosis esquizofrénica o una neurosis hipocondríaca o, sino, no reacciona a través de la destrucción imaginaria del monstruo que dará lugar, también, a impulsos perversos o a una culpa obsesiva.

Si el intruso, por el contrario, aparece recién después del complejo de Edipo, se lo adopta, por lo general, en el plano de las identificaciones paternas. Ya no constituye para el sujeto el obstáculo o el reflejo, sino una persona digna de amor o de odio. Las pulsiones agresivas se subliman en ternura o en severidad.

La familia (IV). El complejo de intrusión

Hermanos Es la experiencia que sufre el sujeto cuando ve participar junto con a él a otros en la relación familiar, o sea, cuando comprueba que tiene hermanos. Claro está que ello dependerá de la cultura y de la extensión que se otorga al grupo doméstico, y de las contingencias individuales. De este modo, de acuerdo al lugar que el destino otorga al sujeto en el orden de los nacimientos, el sujeto ocupará el lugar de heredero o de usurpador.

Los celos infantiles durante la historia de la humanidad han llamado la atención, teniendo éstos un papel en la génesis de la sociedad como hecho humano. Las investigaciones revelan que los celos en su base no representan una rivalidad vital, sino una identificación mental.

En efecto, si confrontamos dos niños entre 6 y 24 meses se comprueba que en esos niños aparecen reacciones de diversos tipos, en las que se entrevé cierta comunicación. En una de estas reacciones se ve una rivalidad bastante objetiva que se plasma en una cierta adaptación de las posturas y los gestos, a través de una alternancia ordenada en provocaciones y respuestas. En la medida misma de esta adaptación se ve el reconocimiento de un rival, es decir de un otro como objeto. Dicha reacción viene siempre condicionada a la diferencia de edades entre los sujetos, cuyo límite se reduce a dos meses aproximadamente en el primer año.

Si dicho límite no se cumple, la reacción de los sujetos es diferente, apareciendo entonces la seducción, el alarde y el despotismo, o sea, aparece entonces un conflicto no a dos, sino conflicto en cada sujeto, entre actitudes contrapuestas y complementarias.

De ahí que cuando uno de los dos sujetos se ofrece como espectáculo, y el otro lo sigue con la mirada, nos podríamos preguntar ¿cuál de los dos es en mayor medida espectador? En este caso se pro­duce la siguiente paradoja: cada compañero confunde la parte del otro con la suya propia y se identifica con él, pero también puede mantener esa relación con una participación mínima de ese otro y vivir toda la situación por sí sólo. Se comprueba de esta manera que en este estadio la identificación específica de las conductas sociales se basa en un sentimiento del otro, que sólo se puede desconocer si se carece de una concepción correcta en cuanto a su valor totalmente imaginario.

En las estructuras de la imagen de la que hablamos, en esa diferencia de edad reducida, se comprende que su condición equivale a una cierta semejanza entre los sujetos, comprobándose que la imagen del otro está ligada a la estructura del propio cuerpo en función de cierta semejanza.

El psicoanálisis nos demuestra en el hermano al objeto electivo de las exigencias de la libido, que en dicho estadio de la vida son homosexuales; existiendo también la confusión en este objeto de dos relaciones afectivas, amor e identificación, cuya oposición será funda­mental en estadios posteriores.

Los celos amorosos de los adultos son debidos al enorme interés del sujeto ante la imagen del rival, interés que aunque se afirma como negativo, odio, y que se origina en el objeto supuesto del amor, se muestra cultivado por el sujeto en forma gratuita y costosa, que domina hasta tal punto al sentimiento amoroso, que induce a interpretarlo como interés esencial y positivo de la pasión. Este interés confunde en sí mismo la identificación y el amor.

La agresividad se muestra como secundaria a la identificación. Sabemos que el amamantamiento constituye para el niño una neutralización temporal de las condiciones de lucha por el alimento. La aparición de los celos en relación con el amamantamiento pueden manifestarse en casos en los que el sujeto, sometido algún tiempo al destete, no se encuentra en una situación de competencia vital con su hermano, fenómeno éste que necesita una cierta identificación con el estado del hermano.

El carácter sadomasoquista que se da en esta etapa de la vida, hace que la agresividad domine la economía afectiva y, al mismo tiempo, sea soportada y actuada por el sujeto. Este papel que desempeña el masoquismo en el sadismo fue lo que condujo a Freud a afirmar la pulsión de muerte.

Vemos pues como en ese malestar del destete aparece un deseo de muerte que se reconoce como un masoquismo primario. De ahí que el niño reproduzca a través de los juegos ese malestar mismo, sublimándolo y superándolo. (Experiencia Fort-Da del nieto de Freud), donde en la expulsión el sujeto reproduce el patético destete, pero ahora es triunfador al ser el sujeto activo en su reproducción.

La identificación con el hermano proporciona la imagen que fija uno de los polos del masoquismo primario. Así la no violencia del suicidio primordial, engendra la violencia del asesinato imaginario del hermano, violencia que no tiene relación con la lucha por la vida. El objeto que elige la agresividad en los primeros juegos de la muerte, será un objeto biológicamente indiferente: un sonajero. El sujeto lo elimina gratuitamente por placer, limitándose a consumar la pérdida del objeto materno. La imagen del hermano no destetado sólo suscita cierta agresión, ya que repite en el sujeto la imagen de la situación materna y con ella el deseo de la muerte, siendo este fenómeno secundario a la identificación.

La Familia (III). El complejo de destete (2)

Bebote y narcisismo Sin embargo, algunas sensaciones exteroceptivas se aíslan en unidades de recepción apareciendo así los primeros intereses afectivos, cosa que se ve ante la reacción del acercamiento y alejamiento de per­sonas que se ocupan del niño.

Estas reacciones electivas permiten ver que en el niño existe un conocimiento precoz de la presencia que tiene la función materna, y el papel de trauma que puede desempeñar la sustitución de dicha presencia. El niño permanece totalmente comprometido con la satisfacción de las necesidades que corresponden a la primera edad y en la ambivalencia típica de las relaciones mentales que aparecen en ella.

La sensación de succión y presión constituyen la base de esta ambivalencia, el niño absorbe y es absorbido en el abrazo materno. No se puede hablar aquí aún de autoerotismo, ya que el Yo aún no está constituido.

Además de las sensaciones exteroceptivas, en el niño aparecen otro tipo de sensaciones internas como consecuencia de la imagen pre­natal. La angustia prototipo de la asfixia del nacimiento, y el frío, relacionado con la desnudez y el malestar laberíntico, organizan el malestar que el niño siente en esos primeros seis meses de vida, debido a una insuficiente adaptación ante la ruptura de las condiciones de ambiente y nutrición que constituyen el equilibrio de la vida intrauterina.

Toda esta concepción concuerda con la que el psicoanálisis encuentra en la experiencia, cuyo fondo último es la imagen del seno materno. Bajo las fantasías del sueño, y en las obsesiones de la vigilia, se perfilan con precisión las imágenes de un hábitat intrauterino en la vida extrauterina.

El hombre es un animal de nacimiento prematuro, esto explica las generalidades del complejo del destete. El destete otorga su expresión psíquica a la imagen más oscura de un destete anterior, más penoso y de mayor amplitud vital, destete que separa en el nacimiento al niño de la matriz, separación prematura que origina un malestar que ningún cuidado materno puede compensar.

Vemos pues cómo a partir de varios factores el niño constituye la imagen del seno materno, que dominará durante toda la vida. Esta misma imagen garantiza a la mujer una satisfacción psíquica privilegiada, mientras que sus efectos en la conducta de la madre preservan al niño del abandono que le sería fatal. Hay que tener en cuenta que en el amamantamiento, con el abrazo y la contemplación del niño la madre recibe al mismo tiempo y satisface el más primitivo de todos los deseos.

Existe, dice Lacan, una tendencia psíquica a la muerte, bajo la forma original que le otorga el destete, cosa que vemos en los suicidios sin violencia, donde aparece una forma oral del complejo (huelga de hambre), demostrando el análisis de estas personas que en dicho abandono ante la muerte el sujeto intenta reencontrar la imago de la madre.

También vemos como aún sublimada la imagen del seno materno, ésta sigue desempeñando un importante papel. Su forma más alejada de la conciencia, el hábitat prenatal, encuentra un símbolo en la habitación y en su umbral, sobre todo en sus formas primitivas: cavernas, chozas, cabañas. etc. De este modo todo lo que constituye la unidad doméstica del grupo familiar, se convierte para el sujeto en el objeto de una afección distinta de la que lo une a cada miembro del grupo, por lo que dicho abandono de la familia tiene el valor de una repetición del destete.

Oh, Wien, stadt meiner träume (Parte XX)

KundK

Kakania era un país ficticio que hacía referencia implícita a los últimos días del Imperio Austro- Hungaro. La denominación es debida a que el dicho Imperio siempre se nombrara como Kaiserlich und Koenigliche Doppel Monarchie, es decir: “Imperial y Real monarquía dual”; en una suerte de “tanto monta, monta tanto”. De ahí que la abreviatura K und K -o bien K & K- siga estando presente en la Ciudad de Viena allá donde se mire.

Ejemplo: la archí-famosa pastelería Demel sigue nombrándose como K und K Demel. No les aburro, pero les aseguro que sin el K und K pocas cosas de calidad podían encontrarse en el “fin de siécle” vienés.

Y a ese final de Siglo me quiero referir, cuando arquitectos de la talla de Otto Wagner conseguían sentar en un recargado trono art nouveau al mismísimo Kaiser, que accedía con mayor o menor entusiasmo por el bien de su Nación multicultural.

Kakania supo acomodarse a la situación de su tiempo, pero su época ya había pasado. La etiqueta española resultaba más anacrónica que un pen-drive en un retrato de Isabel la católica. “Renovación” hubiese sido la clave si el Imperio no hubiese ido siempre detrás de los cambios que tenían lugar en este vasto Imperio de cincuenta y pico millones de almas.

Algo queda de Kakania en la capital del antiguo Imperio. Para muestra un botón: Robert Tausk fue un psicoanalista, medico-psiquiatra, abogado y periodista que lo dejó todo por seguir a Sigmund Freud; nacido en Zsilina -hoy en la república Eslovaca-, allá por el año 1879. Cambió de religión para convertirse en católico dejando atrás su herencia judía. Sus cualidades, muchas; sus defectos, cierta inestabilidad emocional y un pensamiento genial, tan genial que debía crear no pocas envidias en un derredor gris y mohíno.

La cuestión es que finalizada la primera Guerra Mundial, casi sin amigos, con el rechazo implícito de Freud y viendo que todas las puertas se cerraban, decidió poner fin a su vida allá por 1919, es decir, a la temprana edad de 40 años.

Fue enterrado en el Cementerio Central de Viena y allí sigue.

En un viaje personal realizado en Julio de 1997, mi señora madre -conocedora de mi admiración por Tausk- me propuso armarme de valor e intentar buscar, no sin su ayuda, la tumba de mi admirado Viktor Tausk.

Tras recorrer en coche los entresijos del Cementerio central encontramos finalmente la tumba, y nos decepcionó el estado del pequeño jardín, que lucía bastante descuidado. Pusimos manos a la obra y fuimos directamente a las oficinas para protestar por este abandono. Primero se nos dijo que el mantenimiento se pagaba desde los Países Bajos -cosa cierta, me consta- segundo, que al no ser familia no era nuestro asunto. Yo no salía de mi asombro, ni mi madre de su cólera. Finalmente lo único que saque en claro fue la dirección del nieto de Tausk, con el que desde entonces me une una entrañable amistad.

La cuestión, amigos, es que la clepsidra siguió marcando el tiempo y, hete aquí, que esta semana recibo una carta oficial -¡doce años después!- para que envíe diligentemente una cantidad de dinero para hacerme cargo, hasta el año 2016, de los arreglos florales de la tumba, a lo que pienso ceder gustosamente. Pero… ¡Doce años después!

Como pueden ver el atraso en las contestaciones y la anedonia no las resuelve el cambio de régimen. Es intrínseca a un carácter que imperó por muchos años a remolque de los primos alemanes del norte.

Kakania fue grande, pero menos que Alemania. Kakania tuvo una sorprendente densidad de población, pero sensiblemente menor que la de sus primos-hermanos. Alemania era potencia industrial en fabricas de acero mientras kakania invertía diligente en hermosos valses vieneses.

Moraleja: todo llega.

Incluso en Kakania, tarde pero llega.

A mi madre, In Memoriam.

Servus.