Oh, Wien, stadt meiner träume!! (Parte VIII)

Hoy deseo hablarles de tantas cosas referentes a la ciudad de Viena que, francamente, no sé por dónde empezar.
Quizás sea por el fenómeno de la nostalgia, pero claro, según los filósofos del círculo cultural de la ciudad, la maldita nostalgia es solo una costumbre cultural.
Comenzaré con un pecado vienés reconocido por todos ellos: la pereza, que llega casi a la indolencia -nadie lo niega, pues los vieneses pueden ser cualquier cosa menos hipócritas-. A este tipo de vicio se le denomina “Schlamperei”, y todo el mundo lo practica con alegría.
Edward Crankshaw decía que la Schlamperei, al ser compartida por las clases altas y las bajas, provocaba que las primeras perdieran las batallas y las otras se olvidaran de hacer los recados. Tan cierto debía ser, que el Kaiser Francisco José I se quedó más de una mañana sin sus barritas saladas para el desayuno.
Supongo que les sorprenderá que una ciudad teutona, que ha sido durante seis siglos la capital del Sacro Imperio Romano de la Nación Alemana, sea tan alemana como azul es el Danubio.
Bien, es otra de las cosas que enamoran, que todo es igual pero diferente, hasta el idioma, pues en Viena -al igual que en todo el espacio lingüístico de dominio alemán-, se entiende, se estudia y se habla oficialmente Hochdeutsch (o alemán normativo), pero existe una particularidad que deben saber.
Los vieneses entre ellos hablan en dialecto vienés. La función del citado dialecto no consiste en hacerse entender, sino en crear barreras contra todo lo exterior. Se desternillarían de risa viendo a un alemán -o austriaco o suizo-, con la carta de menús de un restaurante en la mano, casi tienen la misma dificultad para entenderla que cualquier extranjero, debido al léxico que se gastan los muy gatos (apodo que se da a los vieneses).
Allí donde debería de poner “Tomaten” (que no hace falta que lo traduzca), se encuentra nuestro amigo hambriento con un poético “Paradaiser”; Allá donde albaricoque debería nombrarse como “aprikosen”, se encontrará con un “Marillen”; acuyá donde pone “Kukuruz” en realidad se habla de maíz… y no quiero cansarles.
Cualquier alemán tiene la sensación de estar en tierra extraña, y he de confesarles que siempre me ha divertido ser testigo de estas situaciones.
¡Huy!, les tengo que dejar, debo tomar el tranvía (institución vienesa) pues me dirijo a Michelbauern-Algemeineskrankenhaus, pues me espera en mi café favorito un suculento plato de Tafelspitz. Seguiremos otro día.
PD: en la foto un “Heurigen“, taberna típica donde se degusta el vino nuevo entre los acordes de música Schrammel. Por cierto, si son extranjeros en Austria, vayan a Viena, se sentirán como en casa, pues ser vienés es también una costumbre cultural y un estado de ánimo.

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