Sabiendo que el estilo es el hombre a quien uno se dirige, les diré que en las oficinas centrales de Strudelhofstigegasse – no se asusten, es una calle- se custodian alrededor de un millón de dichos y contradichos vieneses, pues los habitantes de esta Ciudad, aman sus frases cliché y sus slogans.
Uno de los más famosos y que todo ciudadano conoce reza: Der Tod Muss ein Wiener sein, genau wie die Liebe ist Französe, que significa: La muerte es vienesa, tan seguro como que el amor es francés. ¿Por qué será?
Y es que en esta ciudad cuando nace un infante, el bautismo se convierte en el segundo suceso social para el neófito. El primero, sin duda es registrar al niño como socio en una compañía de pompas fúnebres, normalmente con nombre tan sugerentes como "el lucero matutino", "el nuevo amanecer", etc. Les aseguro que no se trata de nada tétrico, y paso a relatarles el por qué.
Desde antiguo Viena se ha vendido como una urbe que ama los placeres mundanos; recuerden si no como en el congreso de 1815, cuando se repartieron Europa jugando a los bolos en el palacio de Schoenbrunn, los periodistas informaban a sus cancillerías que el congreso no avanzaba pero... que bailaba muy bien. Y es que placer con política hace más llevadera, o al menos entonces la hacía, la vida de aquellas gentes.
La ausencia de todo rastro de miedo en los vieneses de pura cepa es memorable con respecto a "la vieja Señora", - así la llaman, a la muerte-, quizás debido a que, desde el kindergarten, los maestros se empeñan en anteponer la frase "todo lo que nace tiene que morir" a cualquier relato sobre Santa Klaus. Es así que en los periódicos las esquelas son cualquier cosa menos aburridas. Les traduzco una a modo de ejemplo:
Ejemplo 1: Frau Helen Zuekerbueller (nacida Himpelhof von Asenberg).
Esposa viuda del consejero aúlico Conde Ribenatt, les informa que si leen esta esquela, ha cambiado de domicilio. La misa se realizará...
Les aseguro que este ejemplo está extraído de eso que llaman realidad cotidiana.
No se trata de un insulto a los muertos, se trata, en el caso vienés, de la seguridad de que ante lo inevitable, la dignidad debe ir acompañada de cierto sentido del humor que eleva a sus habitantes a una posición que ellos estiman, al menos, superior.
Ustedes se preguntaran, ¿y a dónde los llevan? Pues queridos lectores, al Cementerio Central, al Wiener ZentralFriedhof, de la Simeringer Hauptstrasse. Digamos que los vieneses se mudan de allá donde vivieron hasta el distrito 10. Y es que más pronto o más tarde todos van al mismo sitio.
Hay un dicho que reza: "Zurich es el doble de grande que el cementerio central de Viena …pero también el doble de aburrido" , y es que en cualquier estación del año, pasear por el cementerio central, con sus avenidas, restaurante, biblioteca para visitantes y un largo etcétera , se convierte en una delicia. Cultura vienesa, ¿saben?
Las líneas de autobuses lo cruzan así como el famoso tranvía rojo. Si se aburren, en lugar de visitar a un conocido, dense una vuelta por la sección "caídos de la Primera Guerra Mundial", y si pretende fraternizar con otras culturas, "el sector de camposanto hebreo" le recibirá con los brazos abiertos en la nueva Jerusalén.
En el centro de esta enorme necrópolis se encuentra la iglesia del Dr. Karl Renner, construcción modernista famosa desde que el grupo británico Ultravox decidiera usarla para los fotogramas finales de su clip musical Vienna.
Y es que nos encontramos, a día de hoy, con una ciudad que a duras penas roza los dos millones de habitantes censados, y los cuatro millones y medio censados en otro estado. Pero, eso sí, siempre en su lugar: el Zentralfriedhof, en la Simeringer Hauptstrasse. Les recomiendo hacer la visita de rigor si pasan por Viena, en cualquier estación del año. Aunque en invierno el frio no congela, directamente crioniza, por más que Joël Dor -amigo, padre y antiguo psicoanalista del que esto escribe-, decía que "frío" era un significante secundario que siempre hacía referencia a otra cosa… les aseguro que esa otra cosa estaba fría, muy fría.
Por cierto, un día les contare de qué color es el Danubio.
Y es que en esta ciudad cuando nace un infante, el bautismo se convierte en el segundo suceso social para el neófito. El primero, sin duda es registrar al niño como socio en una compañía de pompas fúnebres, normalmente con nombre tan sugerentes como "el lucero matutino", "el nuevo amanecer", etc. Les aseguro que no se trata de nada tétrico, y paso a relatarles el por qué.
Desde antiguo Viena se ha vendido como una urbe que ama los placeres mundanos; recuerden si no como en el congreso de 1815, cuando se repartieron Europa jugando a los bolos en el palacio de Schoenbrunn, los periodistas informaban a sus cancillerías que el congreso no avanzaba pero... que bailaba muy bien. Y es que placer con política hace más llevadera, o al menos entonces la hacía, la vida de aquellas gentes.
La ausencia de todo rastro de miedo en los vieneses de pura cepa es memorable con respecto a "la vieja Señora", - así la llaman, a la muerte-, quizás debido a que, desde el kindergarten, los maestros se empeñan en anteponer la frase "todo lo que nace tiene que morir" a cualquier relato sobre Santa Klaus. Es así que en los periódicos las esquelas son cualquier cosa menos aburridas. Les traduzco una a modo de ejemplo:
Ejemplo 1: Frau Helen Zuekerbueller (nacida Himpelhof von Asenberg).
Esposa viuda del consejero aúlico Conde Ribenatt, les informa que si leen esta esquela, ha cambiado de domicilio. La misa se realizará...
Les aseguro que este ejemplo está extraído de eso que llaman realidad cotidiana.
No se trata de un insulto a los muertos, se trata, en el caso vienés, de la seguridad de que ante lo inevitable, la dignidad debe ir acompañada de cierto sentido del humor que eleva a sus habitantes a una posición que ellos estiman, al menos, superior.
Ustedes se preguntaran, ¿y a dónde los llevan? Pues queridos lectores, al Cementerio Central, al Wiener ZentralFriedhof, de la Simeringer Hauptstrasse. Digamos que los vieneses se mudan de allá donde vivieron hasta el distrito 10. Y es que más pronto o más tarde todos van al mismo sitio.
Hay un dicho que reza: "Zurich es el doble de grande que el cementerio central de Viena …pero también el doble de aburrido" , y es que en cualquier estación del año, pasear por el cementerio central, con sus avenidas, restaurante, biblioteca para visitantes y un largo etcétera , se convierte en una delicia. Cultura vienesa, ¿saben?
Las líneas de autobuses lo cruzan así como el famoso tranvía rojo. Si se aburren, en lugar de visitar a un conocido, dense una vuelta por la sección "caídos de la Primera Guerra Mundial", y si pretende fraternizar con otras culturas, "el sector de camposanto hebreo" le recibirá con los brazos abiertos en la nueva Jerusalén.
En el centro de esta enorme necrópolis se encuentra la iglesia del Dr. Karl Renner, construcción modernista famosa desde que el grupo británico Ultravox decidiera usarla para los fotogramas finales de su clip musical Vienna.
Y es que nos encontramos, a día de hoy, con una ciudad que a duras penas roza los dos millones de habitantes censados, y los cuatro millones y medio censados en otro estado. Pero, eso sí, siempre en su lugar: el Zentralfriedhof, en la Simeringer Hauptstrasse. Les recomiendo hacer la visita de rigor si pasan por Viena, en cualquier estación del año. Aunque en invierno el frio no congela, directamente crioniza, por más que Joël Dor -amigo, padre y antiguo psicoanalista del que esto escribe-, decía que "frío" era un significante secundario que siempre hacía referencia a otra cosa… les aseguro que esa otra cosa estaba fría, muy fría.
Por cierto, un día les contare de qué color es el Danubio.
2 comentarios:
Alguien dijo que la decadencia es la pérdida total de la inconsciencia y Viena ¡es tan decadente!
También han dicho que en Viena la nota dominante es la melancolía, la tristeza de la desilusión.
En ella, menciona C. Magris en El Danubio, se da "el arte de vivir en el borde de la nada como si todo estuviera en su sitio".
Da la impresión de que la ciudad toda se tumbó durante un tiempo en el diván. Puede que sea eso.
Viena despierta pasiones, amores de por vida. Esta misma mañana, casualidad, he terminado de leer una novela de S. Márai "El último encuentro". El telón de fondo de parte del libro es Viena y de ella dice uno de sus protagonistas "Viena no era tan solo una ciudad para mí, sino también un sonido: un sonido que resuena en el alma para siempre".
Se sabe que el emperador dormía en una estrecha cama de hierro como sus soldados, pero en un palacio de dimensiones descomunales y gélidas, y que gobernaba todo el imperio con la responsabilidad de un buen padre.
Se dicen cosas tan hermosas de esta ciudad. ¿Verdad Valentín? Tú mismo, que la llevas en el corazón, solo tienes para ella bellas palabras.
Teresa C. S.
Para muchos neófitos, quizás el termino "mitteleuropa" o como a veces gusta en llamarlo Magris "mitroppa" no significa nada, pero es evidente, que al menos para una Teresa, elegante, cultivada, decadente y llena de sentido, alguna significación fundamental tiene.
Aunque Usted se cubra en el anonimato, sabemos de quien esto escribe, pues anonimato unido a la transmision perfecta de un sentimiento, solo puede ser transmitido hablando de Viena, maldita Viena, amada Viena, por alguien que -excepcion a la regla- sabe lo que dice, como lo dice y sobre todo a quien no va dirigido.
Teresa Coll, tu elegancia y cultura son inversamente proporcionales al tamaño que ocupas en el Mundo. Ojalá hubiese mas liberadores de la palabra y el sentimiento como tú, que te eriges en una suerte de libertadora a la manera de Sanmartin para los argentinos, allí donde tu verbo lleva la luz.
un abrazo, tu amigo Valentin.
Sigue escribiendo donde quieras, es una orden.
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