En honor a la verdad, a la más absoluta posible a la que nos podemos acercar, conviene recordar a nuestros lectores que cualquier viaje tiene sus riesgos, y que así como en los bosques de Viena habitan sus cuentos y un tipo de garrapata que puede transmitir la enfermedad de Lyme, existe otro tipo de enfermedad mucho más común y que tiene peor pronóstico, que no diagnostico...
Del asunto de la garrapata (nada que decir) está solucionado, pues cualquier sujeto pusilánime -o futbolista internacional- tiene a su disposición una vacuna. Pero por lo que respecta a la otra enfermedad, los especialistas aún no se ponen de acuerdo sobre cómo intitular al síndrome, que se manifiesta por: aumento de la frecuencia cardiaca, hipertensión en leptosomáticos, hipotensión en obesos, penisneid, hiperventilación, histeria momentánea, consumo desmesurado de cafeína-chocolate-cigarrillos, sensación de decadencia gozosa, llanto ante una hermosa vista, gusto abusivo por lo kitsch, euforia patológica, atracción por el césped, ralentización de la marcha sin llegar a una astasia-abasia, claudicación intermitente ante el parlamento de Teophil Hansen, poner siempre al mal tiempo buena cara y una extraña predisposición a escribir frases siempre demasiado largas, demasiado floridas, demasiado...
Los lugareños saben (se trata de un remedio autóctono) que la cascada sintomática sólo se sacia corriendo de la imperial y real pastelería Demel hasta la cafetería Landtman, donde Freud se desayunaba un expresso todas las mañanas. Lo del Landtman es optativo, pues otras reverencias prefieren darse un garbeo por el café central (sito en el Palacio Ferstel), y saludar al poeta Peter Altenberg, que tenía en esta cafetería su cuartel general y domicilio. Por cierto, si lo ven, le saludan de mi parte.
Otros que solo van de viaje allá donde los tour- operadores les prometen buenas vistas y comida en abundancia, acabaran comprando tarta Sacher en cualquier esquina con tal de que ponga en el envoltorio "Sachertorte", sea o no Sacher auténtica.
El síndrome puede atacar a personas sin importar la edad, sexo, raza, orientación sexual o condición social. Lo único que revelan los estudios es que se trata de una patología que, siendo psicosomática, no se ajusta a convenciones sociales ni a nacionalidades. ¡Ni siquiera es necesario hablar o entender alemán!
Yo les aseguro que aunque se trata de una enfermedad incurable no es mortal, pero te acompaña hasta el final. ¡Ah!, el doctor Wagner-Jauregg, Nobel de medicina y jefe clínico de psiquiatría del Allgemeines Krankenhaus, convenció a uno de sus alumnos más brillantes para investigar sobre la rara enfermedad. Ernst Moser, que así se llamaba el discípulo, encontró una cura para él mismo. Se compró un apartamento en Leopoldstadt y desde su ventana observaba cada mañana la cúpula de la iglesia del jubileo. Una habitación con vistas.
Hay otro asunto espinoso: el del retrato de Adele Bloch-Bauer realizado por Klimt en su taller del barrio de Baumgarten, en el actual distrito de Penzig...
Pero eso es otra historia que me sirve de excusa para atormentarles con otro artículo vienés.
Por cierto, un día les contaré de qué color es el Danubio.
Del asunto de la garrapata (nada que decir) está solucionado, pues cualquier sujeto pusilánime -o futbolista internacional- tiene a su disposición una vacuna. Pero por lo que respecta a la otra enfermedad, los especialistas aún no se ponen de acuerdo sobre cómo intitular al síndrome, que se manifiesta por: aumento de la frecuencia cardiaca, hipertensión en leptosomáticos, hipotensión en obesos, penisneid, hiperventilación, histeria momentánea, consumo desmesurado de cafeína-chocolate-cigarrillos, sensación de decadencia gozosa, llanto ante una hermosa vista, gusto abusivo por lo kitsch, euforia patológica, atracción por el césped, ralentización de la marcha sin llegar a una astasia-abasia, claudicación intermitente ante el parlamento de Teophil Hansen, poner siempre al mal tiempo buena cara y una extraña predisposición a escribir frases siempre demasiado largas, demasiado floridas, demasiado...
Los lugareños saben (se trata de un remedio autóctono) que la cascada sintomática sólo se sacia corriendo de la imperial y real pastelería Demel hasta la cafetería Landtman, donde Freud se desayunaba un expresso todas las mañanas. Lo del Landtman es optativo, pues otras reverencias prefieren darse un garbeo por el café central (sito en el Palacio Ferstel), y saludar al poeta Peter Altenberg, que tenía en esta cafetería su cuartel general y domicilio. Por cierto, si lo ven, le saludan de mi parte.
Otros que solo van de viaje allá donde los tour- operadores les prometen buenas vistas y comida en abundancia, acabaran comprando tarta Sacher en cualquier esquina con tal de que ponga en el envoltorio "Sachertorte", sea o no Sacher auténtica.
El síndrome puede atacar a personas sin importar la edad, sexo, raza, orientación sexual o condición social. Lo único que revelan los estudios es que se trata de una patología que, siendo psicosomática, no se ajusta a convenciones sociales ni a nacionalidades. ¡Ni siquiera es necesario hablar o entender alemán!
Yo les aseguro que aunque se trata de una enfermedad incurable no es mortal, pero te acompaña hasta el final. ¡Ah!, el doctor Wagner-Jauregg, Nobel de medicina y jefe clínico de psiquiatría del Allgemeines Krankenhaus, convenció a uno de sus alumnos más brillantes para investigar sobre la rara enfermedad. Ernst Moser, que así se llamaba el discípulo, encontró una cura para él mismo. Se compró un apartamento en Leopoldstadt y desde su ventana observaba cada mañana la cúpula de la iglesia del jubileo. Una habitación con vistas.
Hay otro asunto espinoso: el del retrato de Adele Bloch-Bauer realizado por Klimt en su taller del barrio de Baumgarten, en el actual distrito de Penzig...
Pero eso es otra historia que me sirve de excusa para atormentarles con otro artículo vienés.
Por cierto, un día les contaré de qué color es el Danubio.
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