Oh, Wien, stadt meiner träume!!

En el hastío del estío, seguiremos trabajando por la difusión de lo que llamamos psicoanálisis. Pero permítaseme una licencia.
Es así como muchos humanos, sin saber qué hacer, sueñan y a veces realizan algún viaje en el que se las prometen felices.
Hay ciudades -y les aseguro que las hay- que te dejan chocado en una suerte de rapto, y ya no puedes vivir sin ellas. "No busco, encuentro", que decía Pablo Picasso.
Es el caso que me atañe con una ciudad distribuida radialmente en sentido de las manecillas del reloj, y que por llevarle la contra al mundo ha pasado de ser una de las tres ciudades más grandes del siglo XIX, a ser una ciudad que solo tiene de capital, su nombre y su historia, más un largo etcétera imposible de narrar.
Me refiero a Wien, Viena, o como gustan en llamarla en la actualidad y en las agencias de viaje: Vienna.
Desde la Innere Stadt o primer distrito con un palacio imperial de invierno donde cabrían – y les aseguro que ni se cruzarían- todas las monarquías que aún reflotan, hasta los museos o la sociedad de música que sigue pavoneándose todos los días primero de año, allí donde aunque los caminos no se cruzan los pentagramas vuelan en un perpetuum mobile.
Tanto el segundo distrito con el Prater como el tercero no tienen desperdicio, con su ficticia frontera entre Europa occidental y Europa oriental, allí donde comienza la Landstrasse Hauptstrasse, y así saltando calles atestadas de europeos orientales, en busca del PC más bueno, bonito y barato, llegamos al distrito Alsergrund, cuya archifamosa calle Berggasse alberga en el patio 19 la casa de Freud y sus interminables escalones…
Viena no es en sí una ciudad, es un mundo a visitar, en la superficie y en las catacumbas de su barrio de la Bluttgasse.
Les confieso que a veces, y solo a veces, cuando me embarga la nostalgia, me asomo a mi ventana valenciana y estiro el cuello en vano intento, siempre fallido, de ver la aguja de la catedral de San Esteban.
Dicen –o al menos dicen que lo dijo Enrique IV-, que Paris bien vale una misa. Les diré que estoy de acuerdo, pero no siendo mejor lo mejor de París, Viena, ¡oh Viena!, bien vale un Imperio.
Y es que aunque la finis Austriae esté ya lejos, continúa en el corazón.
Por cierto, un día les contaré de qué color es el Danubio.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

En el verano del año 2006 me crei merecedor de un premio y me lo di, visitar Viena cuatro días con mi familia, brevemente se puede decir de ella que es IMPRESIONANTE y eso que las expectativas que llevaba eran bien altas, por supuesto que lo primero que visite fue la casa museo de Freud y me pregunte lo que parece ser se pregunta mucha gente no informada ¿y el diván? ¿Dónde esta el diván? Al salir de la ciudad solo encontré consuelo diciéndome ¡Volveré!

Anónimo dijo...

Yo realmente estoy lejos de Viena y del psicoanálisis, pero textos como este me hacen mirar y admirar lo que se describe, e incluso sentir la misma nostalgia que se vive. Al mismo tiempo, me acercan de manera grata, sin mayores pretensiones y con todo respeto al psicoanálisis.
Gracias por ello
Lizbeth de Jesús González

Anónimo dijo...

Querida amiga Lizbeth, tú precisamente tú, no estás lejos ni de Viena ni del Psicoanálisis, de la misma manera que yo no estoy lejos de calzada J.J. Codallos.
Y es que la gente buena ama por encima de todo la verdad como Freud, como tú, que anteponía todo al Psicoanálisis, permitiendose la licencia de soñar,sea con una ciudad , o con las mariposas monarcas que son tan ricas que tienen dos residencias una allá al norte, ni modo, y otra en Michoacán de Ocampo, ¿donde si no? pues.
un abrazo desde España, aqui se te espera como en Chapultepec se recuerda a los niños heroes.
Valentin.

Post Data.:uno de estos dias os diré de que color es el Danubio.
Os doy una pista, pista para los amigos del otro lado del charco, Armando manzanero no andaba descaminado con el color de los cerezos cuando dos, persona y Ciudad , sin mas comentarios, son....novios.

Anónimo dijo...

Muchos creen que eligen las ciudades que les gustan. Yo creo que es al revés: te eligen y te marcan para siempre. Uno no se cansa de volver de vez en cuando.

Valentín Sánchez Baumgarten dijo...

querido julian
el divan de Freud esta en Londres, donde radica el segundo museo.
un abrazo y felices vacaciones.

Anónimo dijo...

Este verano visité Viena por primera vez. Era un viaje anhelado puesto que mi abuela paterna nació y vivió allí hasta los 20 años. Fue revelador caminar por Viena, caminar por las calles de la educación que me inculcaron. Ahora, leyendo su relato, recapitulo mi experiencia y me sumo a esta pasión por la capital austriaca.

Me quedo a la luz de este recuerdo que alumbra “todo” lo que hay.

Saludos.

Valentín Sánchez Baumgarten dijo...

querida amiga Elena Alvarez, gracias por sus comentarios y su apoyo, asi mismo me alegra que le guste Viena , realmente vale la pena.
espero sigamos en contacto, cualquier cosa que desee me lo hace saber.
Servus