La Familia (III). El complejo de destete (2)

Bebote y narcisismo Sin embargo, algunas sensaciones exteroceptivas se aíslan en unidades de recepción apareciendo así los primeros intereses afectivos, cosa que se ve ante la reacción del acercamiento y alejamiento de per­sonas que se ocupan del niño.

Estas reacciones electivas permiten ver que en el niño existe un conocimiento precoz de la presencia que tiene la función materna, y el papel de trauma que puede desempeñar la sustitución de dicha presencia. El niño permanece totalmente comprometido con la satisfacción de las necesidades que corresponden a la primera edad y en la ambivalencia típica de las relaciones mentales que aparecen en ella.

La sensación de succión y presión constituyen la base de esta ambivalencia, el niño absorbe y es absorbido en el abrazo materno. No se puede hablar aquí aún de autoerotismo, ya que el Yo aún no está constituido.

Además de las sensaciones exteroceptivas, en el niño aparecen otro tipo de sensaciones internas como consecuencia de la imagen pre­natal. La angustia prototipo de la asfixia del nacimiento, y el frío, relacionado con la desnudez y el malestar laberíntico, organizan el malestar que el niño siente en esos primeros seis meses de vida, debido a una insuficiente adaptación ante la ruptura de las condiciones de ambiente y nutrición que constituyen el equilibrio de la vida intrauterina.

Toda esta concepción concuerda con la que el psicoanálisis encuentra en la experiencia, cuyo fondo último es la imagen del seno materno. Bajo las fantasías del sueño, y en las obsesiones de la vigilia, se perfilan con precisión las imágenes de un hábitat intrauterino en la vida extrauterina.

El hombre es un animal de nacimiento prematuro, esto explica las generalidades del complejo del destete. El destete otorga su expresión psíquica a la imagen más oscura de un destete anterior, más penoso y de mayor amplitud vital, destete que separa en el nacimiento al niño de la matriz, separación prematura que origina un malestar que ningún cuidado materno puede compensar.

Vemos pues cómo a partir de varios factores el niño constituye la imagen del seno materno, que dominará durante toda la vida. Esta misma imagen garantiza a la mujer una satisfacción psíquica privilegiada, mientras que sus efectos en la conducta de la madre preservan al niño del abandono que le sería fatal. Hay que tener en cuenta que en el amamantamiento, con el abrazo y la contemplación del niño la madre recibe al mismo tiempo y satisface el más primitivo de todos los deseos.

Existe, dice Lacan, una tendencia psíquica a la muerte, bajo la forma original que le otorga el destete, cosa que vemos en los suicidios sin violencia, donde aparece una forma oral del complejo (huelga de hambre), demostrando el análisis de estas personas que en dicho abandono ante la muerte el sujeto intenta reencontrar la imago de la madre.

También vemos como aún sublimada la imagen del seno materno, ésta sigue desempeñando un importante papel. Su forma más alejada de la conciencia, el hábitat prenatal, encuentra un símbolo en la habitación y en su umbral, sobre todo en sus formas primitivas: cavernas, chozas, cabañas. etc. De este modo todo lo que constituye la unidad doméstica del grupo familiar, se convierte para el sujeto en el objeto de una afección distinta de la que lo une a cada miembro del grupo, por lo que dicho abandono de la familia tiene el valor de una repetición del destete.

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