Oh, Wien, stadt meiner träume (Parte XX)

KundK

Kakania era un país ficticio que hacía referencia implícita a los últimos días del Imperio Austro- Hungaro. La denominación es debida a que el dicho Imperio siempre se nombrara como Kaiserlich und Koenigliche Doppel Monarchie, es decir: “Imperial y Real monarquía dual”; en una suerte de “tanto monta, monta tanto”. De ahí que la abreviatura K und K -o bien K & K- siga estando presente en la Ciudad de Viena allá donde se mire.

Ejemplo: la archí-famosa pastelería Demel sigue nombrándose como K und K Demel. No les aburro, pero les aseguro que sin el K und K pocas cosas de calidad podían encontrarse en el “fin de siécle” vienés.

Y a ese final de Siglo me quiero referir, cuando arquitectos de la talla de Otto Wagner conseguían sentar en un recargado trono art nouveau al mismísimo Kaiser, que accedía con mayor o menor entusiasmo por el bien de su Nación multicultural.

Kakania supo acomodarse a la situación de su tiempo, pero su época ya había pasado. La etiqueta española resultaba más anacrónica que un pen-drive en un retrato de Isabel la católica. “Renovación” hubiese sido la clave si el Imperio no hubiese ido siempre detrás de los cambios que tenían lugar en este vasto Imperio de cincuenta y pico millones de almas.

Algo queda de Kakania en la capital del antiguo Imperio. Para muestra un botón: Robert Tausk fue un psicoanalista, medico-psiquiatra, abogado y periodista que lo dejó todo por seguir a Sigmund Freud; nacido en Zsilina -hoy en la república Eslovaca-, allá por el año 1879. Cambió de religión para convertirse en católico dejando atrás su herencia judía. Sus cualidades, muchas; sus defectos, cierta inestabilidad emocional y un pensamiento genial, tan genial que debía crear no pocas envidias en un derredor gris y mohíno.

La cuestión es que finalizada la primera Guerra Mundial, casi sin amigos, con el rechazo implícito de Freud y viendo que todas las puertas se cerraban, decidió poner fin a su vida allá por 1919, es decir, a la temprana edad de 40 años.

Fue enterrado en el Cementerio Central de Viena y allí sigue.

En un viaje personal realizado en Julio de 1997, mi señora madre -conocedora de mi admiración por Tausk- me propuso armarme de valor e intentar buscar, no sin su ayuda, la tumba de mi admirado Viktor Tausk.

Tras recorrer en coche los entresijos del Cementerio central encontramos finalmente la tumba, y nos decepcionó el estado del pequeño jardín, que lucía bastante descuidado. Pusimos manos a la obra y fuimos directamente a las oficinas para protestar por este abandono. Primero se nos dijo que el mantenimiento se pagaba desde los Países Bajos -cosa cierta, me consta- segundo, que al no ser familia no era nuestro asunto. Yo no salía de mi asombro, ni mi madre de su cólera. Finalmente lo único que saque en claro fue la dirección del nieto de Tausk, con el que desde entonces me une una entrañable amistad.

La cuestión, amigos, es que la clepsidra siguió marcando el tiempo y, hete aquí, que esta semana recibo una carta oficial -¡doce años después!- para que envíe diligentemente una cantidad de dinero para hacerme cargo, hasta el año 2016, de los arreglos florales de la tumba, a lo que pienso ceder gustosamente. Pero… ¡Doce años después!

Como pueden ver el atraso en las contestaciones y la anedonia no las resuelve el cambio de régimen. Es intrínseca a un carácter que imperó por muchos años a remolque de los primos alemanes del norte.

Kakania fue grande, pero menos que Alemania. Kakania tuvo una sorprendente densidad de población, pero sensiblemente menor que la de sus primos-hermanos. Alemania era potencia industrial en fabricas de acero mientras kakania invertía diligente en hermosos valses vieneses.

Moraleja: todo llega.

Incluso en Kakania, tarde pero llega.

A mi madre, In Memoriam.

Servus.

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