El Complejo de Edipo (III): el Nombre Del Padre

En el Edipo, así como hay tres tiempos, conviene distinguir tres componentes: La Ley, el Modelo y la Promesa.

El padre es aquel que reconoce al niño, le confiere su personalidad por una palabra que es Ley, vínculo de parentesco espiritual y promesa. En síntesis en el Edipo, el niño al simbolizar el padre real accede a la Ley cuyo fundamento es el nombre del padre, y se instala en el registro simbólico.

Existe un término, el de forclusión, repudio o Verwerfung, que distinguirá a las neurosis de las psicosis. No hace falta que recalque lo importante que es. La psicosis se define por el fracaso de la represión originaria y consiguientemente por el fracaso del ingreso en lo simbólico o lenguaje.

El sujeto permanece adscrito a lo imaginario, tomado como real. Vemos como aparece una no distinción del significante y del significado, bien porque el significante resulte privilegiado y se tome literal, bien sea porque prevalezca el significado.

La causa de esta incapacidad para distinguir el significante del significado la constituye la ausencia de un sustituto originario de sí, producida por una resolución desfavorable del Edipo. El falo, cono veremos en el capítulo siguiente, es un término utilizado por J. Lacan, término que no hay que confundir con el sexo real, biológico, o sea, con lo que se denomina pene. El falo es un significante abstracto que, como símbolo que es, lleva más allá de su materialidad. El falo, como dice J. Lacan, es una significación que sólo es evocada por la metáfora paterna.

En una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis, Lacan propone una fórmula, en la que veremos cómo la metáfora se efectúa por una sustitución, en una relación de significante, como significado de otro significante, es decir: el significante S es reemplazado por otro significante S', por lo cual el primero desciende al rango de significado. He aquí la fórmula[1]:image

Así pues, en el origen el sujeto desea ser el falo, objeto del deseo de su madre.

Por tanto, se identifica con ella en su deseo, pero el padre por su prohibición hace imposible la fusión madre-hijo y señala a éste último de una carencia de ser fundamental. El niño es castrado, o sea, separado de su madre por la prohibición, el niño desea renunciar a la omnipotencia de su deseo y aceptar la ley que es limitación, asunción de dicha carencia. Por su acceso al nombre del padre el niño nombra su deseo, o sea, el falo, pero a costa de alienarlo. En efecto, el falo, verdadero objeto de su deseo, es rechazado en el inconsciente, es la represión originaria que determina el acceso al lenguaje.

Es importante que recordemos que el niño identificándose con su padre, pasa del registro del ser (ser el falo todopoderoso) al registro del tener (tener un deseo formulable en una demanda) y se empeña o compromete en la búsqueda de objetos cada vez más alejados del objeto de su deseo.


[1] Jacques Lacan, De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis, Escritos II. México, Siglo XXI, 1989, p. 539.

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