Introducción a la obra de Lacan (XIII)

Lambda2La relación que el sujeto mantiene consigo mismo, depende entonces de a y a’, de tal manera que se puede hablar de una auténtica dialéctica de las identificaciones de uno con el otro y del otro con el uno. Vamos a ver la orientación de los vectores en el esquema Lambda y con ello acabaremos con el mismo.

Sabemos que el sujeto se percibe a sí mismo bajo la forma de su Yo en a. La forma de su Yo, de su identidad, depende estrechamente del otro especular, tal como vimos en el estadio del espejo. Por eso la relación del Yo del sujeto consigo mismo y con los otros, depende siempre del eje imaginario a-a’, es una relación de incidencia recíproca. No descubro ya nada nuevo si digo que la relación del sujeto con su Yo depende necesaria mente del otro y al revés. Ejemplo: cuando un sujeto S trata de comunicarse con un sujeto A, nunca alcanza al destinatario auténticamente, y siempre es un Yo que se comunica concretamente con otro Yo semejante a él, dada la presencia del eje imaginario a-a’. La S que se dirige al gran A sólo logra comunicar con un pequeño otro (a’)

En el esquema Lambda el sentido de las flechas remite al orden de los hechos, a la estructura de esta comunicación intersubjetiva. El sujeto S que se dirige al A se encuentra desde el primer momento al pequeño otro (S-a’), que lo remite automáticamente a su propio Yo (a’-a) de acuerdo con el eje de construcciones imaginarias de los ego y los alter ego. Claro, hay una pregunta que se plantea, si el eje imaginario a-a’ es capaz de entrecortar lo que pasa a nivel del circuito, ¿qué pasa entre A y S? Bien, lo que pasa a ese nivel tiene un carácter conflictivo, pues hablar siempre es lo mismo: hablarle a otros. Ejemplo: un sujeto que le habla a otro, siempre le dirige un mensaje a ese otro al que considera un A Otro. Ese otro al que se dirige es considerado como un Otro (A) absoluto, un sujeto verdadero. Por tanto, el sujeto lo reconoce como otro, ahora bien a esto añada: no le conoce como tal.

Dice Lacan: el principio mismo que estructura la comunicación auténtica en esa clase de mensajes que el sujeto estructura como si vinieran del otro en forma invertida, es el motor de la palabra plena, de la palabra verdadera. Esto es radicalmente revolucionario, pues supone que el emisor recibe del receptor su propio mensaje en forma invertida. Ejemplo: Un sujeto que interpela al A diciéndole tú eres mi maestro, le formula –aunque no lo diga implícitamente– yo soy tu discípulo, de tal manera que con la afirmación tú eres mi maestro ese sujeto se hizo reconocer como un discípulo a la vista de Otro, al que se pueda reconocer explícitamente en su palabra como su maestro. La certeza de ese sujeto al decir eres mi maestro, sólo se puede fundar en un más allá de su palabra, o lo que es lo mismo, es un mensaje que le llegó previamente desde ese más allá..., ese más allá de la palabra de la que proviene ese mensaje implícito es el Otro. Esto hace que el lenguaje humano dependa de una comunicación en donde nuestro mensaje nos viene del Otro bajo una forma invertida.

En el esquema vemos la incidencia del A, Otro en el proceso de la comunicación intersubjetiva. Por tanto es fácil comprender el hecho de que el sujeto establezca consigo mismo una relación para siempre mediatizada –y anclada– por una línea donde constata lo que de imaginario tiene el eje que va de a a a'.

Ello nos lleva a confirmar un efecto que no por sabido –entre los analistas, se supone– conviene que se le desatienda: la relación de S y a, es decir la relación entre el sujeto en el lenguaje y ese Yo que cree serlo, pues semejante relación depende de a', es decir, de la imagen que de un otro el sujeto se recibe a través de él, e inversamente –al revés– la relación que el sujeto antes mencionado mantiene con ese otro (a') que es su semejante, dependerá de a, del Yo, de ese Yo que cree ser el origen de lo que en su inconsciencia intenta presentificar.

De tal guiso es la cosa que en juego se pone –y apelamos aquí al sentido que Das Ding tiene, en la concepción más puramente freudiana– que la dialéctica de la identificación, stricto sensu, se realizara de uno con el otro y del otro con el uno. Si observamos la pág. 366, t. II, notación alfa, veremos lo que ocurre cuando un sujeto se dirige a otro y qué es lo que ocurre con ese muro del lenguaje del que ya hemos hecho mención: la forma en que Lacan usa la locución Ek-sistentes y es-­sistentes, es una manera de metaforizar la posición de un sujeto con respecto a su discurso. El prefijo ex, la raíz sistere, indican la posición verdadera del sujeto que siempre es estar ubicado fuera de.

0 comentarios: