Oh, Wien, stadt meiner träume!! (Parte XIX)

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Isabel de Wittelsbach. Más conocida por el diminutivo Sissi (nacida Elisabetta Amalia Eugenia von Wittelsbach, Duquesa de Baviera), fue emperatriz de Austria (1854-1898) y reina de Hungría (1867-1898).

Nació en Baviera. Con 16 años Elisabeth acompañó a su madre y a su hermana en un viaje a la residencia de verano de Ischl, donde se esperaba que el Emperador de Austria Francisco Jose se fijase en la mayor de las hermanas. En su lugar, se sintió atraído por la menor de ellas, y es por ello que eligió a Elisabeth.

A Elisabeth las dificultades para adaptarse a la estricta etiqueta española -que todavía se practicaba rígidamente en la corte de Habsburgo-, le resultaban insufribles, no obstante cumplió con su deber monárquico dándole al emperador tres hijos en rápida sucesión: la archiduquesa Sofía muerta a los dos años; la archiduquesa Gisela; el esperado sucesor al trono, el archiduque Rodolfo, príncipe de la corona y la archiduquesa Maria Valeria. Como era costumbre en la corte, se le negó a Elisabeth la crianza de sus hijos, que estuvo a cargo de su suegra y tía, la archiduquesa. Por añadidura, después del nacimiento de Rodolfo el matrimonio comenzó a deteriorarse. Sólo se le permitió criar a su última hija, María Valeria, a la que ella llamaba cariñosamente "mi hija húngara", dado el gran aprecio que le tenía a ese país.

Dotada de gran belleza, se caracterizó por ser una persona rebelde, culta y avanzada para su época: fumaba, hablaba varios idiomas, practicaba la equitación, escribía poesía, cuidaba su figura, le gustaba viajar… Paradójicamente, la mayor parte de su vida permaneció alejada de Viena, debido en parte a los continuos enfrentamientos con su suegra, la archiduquesa Sofía, y más tarde por la muerte de su primogénita Sofía (lo que le llevó a una severa depresión), y el suicidio del príncipe heredero Rodolfo y su amante, una baronesa de la nobleza húngara de nombre Maria Vetsera de diecisiete años de edad.

Sufría una fobia que le provocaba, durante sus breves estancias en Viena, trastornos psicosomáticos como cefaleas, náuseas y depresión nerviosa. La emperatriz se mantuvo siempre que pudo alejada de Viena y de la vida pública. Fue una emperatriz ausente de su Imperio, aunque no por ello menos querida por el pueblo o menos pendiente de los asuntos de Estado. De hecho, fue una de las impulsoras de la coronación de Francisco José como rey de Hungría.

Mujer muy culta, tenía un carácter obsesivo, en especial por su cabello, que era de color rubio obscuro y se lo tintó de castaño para resaltar sus adornos de flores. Estudió griego, para disfrutar de los clásicos, con tal afán que llegó a dominarlo. Estudiaba durante horas y contrató a un lector llamado Cristomanos que durante años le leyó obras clásicas en esta lengua y con el que sostenía charlas en griego, para practicar. Profundamente identificada con la causa húngara, Sissi aprendió con ahínco este idioma hasta dominarlo por completo. Dominaba también el inglés y alemán, circunstancia que aprovechó para leer obras en estas lenguas directamente.

En 1889, la vida de Elisabeth quedó desolada por la muerte de su único hijo, y por tanto del único heredero al trono, el príncipe Rodolfo, de 30 años.

Después de la muerte de Rodolfo, la Emperatriz siguió siendo un icono adondequiera que fuera: un largo vestido negro con botones en la parte superior, una sombrilla blanca hecha de cuero y un abanico marrón que escondía su rostro de miradas curiosas. Sólo unas pocas fotografías se conservan, de fotógrafos con suerte que lograron congelarla en una imagen sin que ella lo advirtiera. La emperatriz, que siempre había estado en extremo preocupada por su belleza y su figura, a partir de la treintena dejó cada vez menos que la retrataran y mucho menos que le hicieran fotos, ocultando su rostro tras sombreros, abanicos y sombrillas, para que nadie la captara en su madurez. Que la Emperatriz Elisabeth visitara a su marido el Emperador en Viena era extraño, pero curiosamente su correspondencia aumentó de frecuencia durante los últimos años, y por aquel entonces la relación entre los emperadores se había convertido en platónica y cariñosa.

En su barco de vapor imperial, llamado Miramar, la Emperatriz recorrió el Mar Mediterráneo, siendo uno de sus lugares favoritos Cap Martin, donde el turismo se había hecho constante a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Pasaría algunas temporadas de verano en la isla de Corfú, donde se construyó un palacio, el "Aquilleón", en honor a Aquiles, uno de sus héroes griegos preferidos. Además, visitó otros países como Portugal, España, Marruecos, Argelia, Malta y Grecia, Turquía y Egipto, ya que los viajes se habían vuelto en algo común en su vida, aunque también en un escape de ella misma.

También visitó la ciudad de Elche, donde bautizó la palmera de siete brazos. Estuvo también en Madeira recuperándose de una supuesta tuberculosis. Sissi padeció trastornos de tipo nervioso como anorexia, depresión, crisis de ansiedad y fobia a la vida pública.

Con el enfermizo objetivo de mantener su peso en 50 kilos y su cintura de tan sólo 47 centímetros, con una altura de 1,72 metros, la Emperatriz inventó sus propias dietas para adelgazar consistentes en jugo de carne y algo de fruta, y en largas caminatas diarias de más de 10 km que agotaban a todas sus damas de compañía, que tenían que ser relevadas al poco tiempo. Como en aquella época los especialistas de nutrición no existían, nadie podía informarle a Isabel que su estado correspondía con el de una enferma bulmaréxica, mezcla de las dos enfermedades nutricionales más extendidas del Occidente actual (bulimia y anorexia). Sus comportamientos obsesivos no hacían efecto sólo en sus hábitos alimenticios, sino también en las ocupaciones diarias, ya que tenía la necesidad de siempre estar en movimiento, de no sentarse, de caminar por largas horas y de montar otras muchas a caballo. El desencadenante principal de esta obsesión para mantenerse bella y delgada empezó por sus primeros tres embarazos de rápida sucesión. Además, la emperatriz no deseaba mantener relaciones con su marido.

Los alimentos principales de la Emperatriz eran carne de ternera, pollo, venado y perdiz; carne fría, sangre de buey cruda, tortas, helado y leche, prescindiendo de verduras y frutas, a excepción de naranjas. Sin embargo, era muy extraño que demostrara su apetito enfrente a cualquier persona. Dicen que cuando Sissi se comprometía con el Emperador, la madre de éste, la Archiduquesa Sofía la descubría con horror que tenía dientes amarillos y eso fue el motivo de la primera crítica de la suegra hacia la futura esposa de Francisco José. Con el tiempo la Emperatriz perdió progresivamente los dientes debido a su mal cuidado y falta de aseo. Por esa razón, evitó sonreír a boca abierta frente a la corte y al público en general por esa falta de dientes que la acomplejó durante sus últimos años.

Desde los 44 años sufrió casi todo el tiempo dolores de ciática y en las piernas, acumulación de líquidos. No le ayudaron sus visitas a los balnearios que frecuentaba, aunque el médico Georg Metzger, probablemente ayudado por la psiquiatría, logró cambiar sus manías nutritivas.

Murió a los 61 años asesinada por el energúmeno-anarquista italiano Lucheni, que la confundió con una condesa.

Siempre y para siempre Sissi será la “extraña mujer” de la corte vienesa.

Servus.

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