Oh, Wien, stadt meiner träume!! (Parte XII)

Que no es oro todo lo que reluce es bien sabido, por lo que hoy les hablaré un poco de la crónica social y de las malas lenguas en tiempos de mi idolatrado káiser Francisco José I, quien llevó (que se sepa) una vida rígida bajo la antiquísima etiqueta española, al tiempo que no se podía decir lo mismo de su familia.
Para empezar, el káiser Francisco José heredó el imperio austríaco por recarambola, pues su abuelo Francisco I, Rey de Romanos y primer emperador de Austria, fue sucedido por el káiser Fernando, hijo de Francisco I y tío suyo. Francisco José, por tanto, no heredó el trono del imperio de sus padres, el Archiduque Francisco Carlos y la princesa Sofía de Baviera.
Y es que como la mayoría de lectores sabrán, la casa Habsburgo nunca le hizo ascos a la endogamia, de tal suerte que el emperador Fernando (su tío) sufría de un retraso mental que podría ser catalogado de idiocia; vamos, que era bobo. Tan exagerado era el síndrome que padecía, que el consejero imperial príncipe Von Metternich dio un golpe de Estado en 1848 ofreciéndole la corona al padre de Francisco José, quien, como buen Habsburgo, se había casado con una prima hermana. La pareja, con sentido común, renunció a la prerrogativa de ser emperadores y ofrecieron para tal fin a mi adorado emperador. La elección no fue fallida; de hecho, parece ser que toda la sensatez de la familia se encontraba dentro de la personalidad de este nuevo káiser.
Además, el archiduque francisco Carlos, aparte de sordo y tartamudo, era (digamos) bastante distraído y ligero de cascos y jamás hubiera podido realizar la función para la que se le podría haber encomendado. Los padres de Francisco José tuvieron más hijos: entre ellos, el archiduque Carlos Luis, que murió en su madurez después de haber bebido las aguas del Jordán; el archiduque Luis Víctor, llamado en Viena archiduque de los baños, pues hasta que su hermano el káiser se quedó sin paciencia y lo desterró a Salzburgo se pasaba el día (y sobre todo la noche) persiguiendo a jovencitos de las buenas familias. Francisco José en su sensatez sólo puso una condición al servicio que tenía que cuidar de su hermano: que fueran todas las personas del sexo femenino. Y es que aquí hay tomate.
Con respecto al archiduque Maximiliano, siempre se dijo en Viena que fue fruto de los amoríos de la archiduquesa Sofía con el duque de Reichstadt. Este duque, que vivía en secuestro perpetuo en Viena con la familia de su madre, era ni más ni menos que el aguilucho, es decir, el hijo de Napoleón Bonaparte. Sin embargo, al morir a la temprana edad de veintiún años de una tuberculosis, el tema de la supuesta paternidad del archiduque Maximiliano fue cubierto rápidamente con bastante tierra.
Otro asunto fue la desgracia que supuso el enamoramiento del káiser Francisco José de su prima hermana Elisabeth de Baviera: de hecho la casa Wittelsbach tenía fama de lunática y de constructores de castillos inútiles. Evidentemente la pareja se casó y después de darle un hijo y tres hijas al emperador, Elisabeth, conocida cariñosamente como Sissi, se dedicó a viajar por el ancho mundo.
En Madeira se curó de una tuberculosis imaginaria, en Elche (provincia de Alicante) amadrinó una palmera, saliendo acto seguido rápido del país para no encontrarse con Isabel II, a quien no podía ni ver; finalmente, recaló en Corfú, donde se dedicó a romperle los nervios a la familia real griega.
Era tan ella misma que a la reina de Grecia, alemana como ella, le hablaba en griego, supongo (como decía el premio Nobel Camilo José Cela) que por joder.
En Viena era conocida como la extraña señora, pues huía de la corte como gato escaldado.
El último tinglado que se le ocurrió fue buscarle a su esposo el káiser una amante, porque ella rehuía la sexualidad (nosotros le llamamos histeria). Se trataba de la famosa actriz vienesa Katerina Schratt, pero del rumor yo, ni confirmo ni desmiento nada.
El final más o menos lo conoce todo el mundo: el hijo del káiser, archiduque Rodolfo, se suicidó en su pabellón de caza de Mayerling con su amante la baronesa María Vetsera, y la desgraciada de Sissi murió al ser atravesada por un estilete de un anarquista en Suiza. El muy infeliz creía que se trataba de una condesa.
La emperatriz Sissi tenía tal amor a Austria que depositó sus memorias en Suiza, creyendo que al ser una república le ofrecían más garantías. Nuestro káiser Francisco José sobre vivió a todo esto y a su fallecimiento heredó los títulos y dignidades su sobrino-nieto Carlos.

Post-data: En 1940 Hitler, en una de sus arrancadas mandó las cenizas del duque de Reichstadt a Los Inválidos como gesto de regalo al pueblo francés. Y allí siguen.
Servus.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y después en España ponemos en la piqueta a la monarquía por nimiedades... Que si ésta no tiene sangre azul, que si aquél se pasa de la ralla (...) con sus vestidos...

Valentín Sánchez Baumgarten dijo...

estando de acuerdo con Usted y agradeciendole su comentario le recuerdo que esta en duda la paternidad de alfonso XII, pues a su padre el pueblo le llamaba "francisco Natillas" y su esposa Isabel II, cuando supo que se tenia que casar con el, que era primo hermano por triplicado exclamó, "con paquita no me caso".
Con respecto a la sangre azul nada que objetar porque soy daltonico, pero para ser reina o emperatriz hay que tener una cierta educacion y formación.
un abrazo